domingo, 16 de agosto de 2009

Ojo por ojo cómo sangre por sangre

Sangre inocente y criminal se han vertido.
No me salves.
Soy un asesino.
Un pecador.
Sangre inocente y criminal se verterá.
¿Por qué quieres salvarme cuando no hay redención?
Soy un asesino.
No me salves.
Sólo soy un Jinete del Apocalipsis.
No merezco ser salvado.
Te ofrezco este puñal para que acabes conmigo, porque si no seguiré matando sin vacilar.
He de purgar este mundo de cualquier mal.
Y soy parte de ese Mal.
Lágrimas de personas saboreo y juran que sangre por sangre... como ojo por ojo que mi sangre se verterá.
Se engañan.
No me salves.
¿Por qué quieres salvarme cuando no hay redención?
No hay perdón para un asesino y ... sin embargo me quieres salvar.
No lo hagas.
Vete, huye.
Lejos de mí, donde no pueda encontrarte para juzgarte.
No me salves...
Lágrimas de dolor saboreo, de rabia y odio.
¡NO ME SALVES!

sábado, 1 de agosto de 2009

Nathaniel


El hombre se encontraba en una iglesia, mirando la gente que estaba allí dentro como se santificaba y se le perdonaban todos los pecados...
Pensaba que si hay un Dios en éste mundo no está aquí. No es difícil de entender o al menos para él no... Se aparta el pelo de la cara porque no le dejaba ver. Y allí delante de todos los bancos estaba el cura recitando parte de la bíblia o eso creía... ya que no sabía mucho sobre éstas cosas. Ni le importaba.
Sólo estaba interesado en una cosa: hablar con el cura. Él y el cura no eran cómo las demás personas que estaba allí dentro.
El pastor se puso a cantar y junto con él, el coro. Formado por algunos personajes de avanzada edad y alguna persona jóven. Tampoco se fijaba en ellos... Y.. si los miraba no era precisamente a los ojos... Porque debía admitir que tenía...
No, no podía perder el control. ¡Eso desvarataría la fachada que habían montando todos...! Ellos...
El pelo le cubrió otra vez los ojos y volvió apartarselo. La gente se iba lentamente y otros hacían fila para hablar con el cura. El hombre esperó tranquilamente. No tenía prisa pero tarde o temprano perdería el control y lo sabía. Y si perdía el control no debía dejar testigos... Ninguno.
Ya sólo quedaba que se fueran los del coro. El cura caminó hacia ellos y les dio las gracias por aquellas canciones y que los esperaba en la siguiente misa.
El hombre que estaba en un rincón se puso la capucha de la sudadera negra y caminó hasta el cura que por casualidad también vestía de negro como un monje de monasterio o como los antiguos sargentos de los templarios. Debía admitir que el cura en verdad era un maestro oscuro de gran edad... Sí, era realmente viejo.
No tenía pelo en la cabeza, pero sí tenía bigote, los ojos azules y la nariz aguileña.
-Ah, Nathaniel, sabía que vendrías -dijo el cura, sonriendo.
-Hola, Maestro -dijo el hombre de la capucha, bajando la cabeza en señal de respeto.
-¿Has venido a alimentarte?-preguntó el anciano.
-Sí, he estado apunto de lanzarme contra... -no pudo seguir hablando.
-Tranquilo, tengo a dos presas para tí. Un hombre y una mujer jóvenes -lo tranquilizó y añadió.-: Ven, sígueme a mi despacho. Están allí.
-Gracias... Maestro.
El hombre caminaba detrás del anciano. Caminaron rápidamente. Pues sabían que Nathaniel no aguantaría una eternidad sin beber sangre..
Y abrieron la puerta del despacho. El despacho era grande, con un escritorio, una silla, un ordenador sobre el escritorio, estanterías repletas de libros antiguos y las paredes blancas rellenas de algunas fotos y cuadros.
En un rincón estaban las presas atadas y amordazadas en una silla. La boca la tenían tapada por esparadrapo o algo parecido y el resto todo lleno de cuerdas.
Nathaniel los miró sombrío y vio el miedo en los ojos de los dos. El hombre no era muy jóven que digamos pues tenía todo el pelo canoso y la barba cana pero parecía tener buena forma, la chica... sí, era jóven, rubia con los ojos azules cómo el maestro, baja...
Los dos vestían túnicas blancas y Nathaniel sabía que el maestro disfrutaba con vestir a sus víctimas como cuando vestían en sus tiempos...
-Alímentate, pero, no tardes.- avisó el maestro.
Nathaniel se acercó a la chica, se arrodilló delante de ella. La chica lo miró asustada e intentado gritar o hablar pero con la boca amordazada no se le entendía. El maestro ya se relamía de gusto.
Mientras estaba arrodillado acercó su mano y cogió la pierna de la chica, le mordió. Nathaniel succionó la sangre, lentamente y la chica mientras... gritaba con gritos sordos que apenas se oían.
Al cabo de un rato la chica perdió la conciencia hasta que al final quedó desangrada. Pero no estaba muerta, no, se convertiría con el tiempo. Pues el maestro quiere que le consigamos discípulos...
Ella sabría que yo la mordí pero no me debía lealtad a mi o sí....
-Ya está, Maestro
-Bien, bien. Ésta vez ella también te deberá lealtad a ti, pero, también a mi. Aun no serás un maestro pues eres jóven y ahora vete. Aquí llamas mucho la atención y los humanos no deben descubrir que yo te consigo alimento. Esto no será siempre así, te lo garantizo. - dijo complacido el cura y hacíendo un guiño.
Si he de cazar cazaré, Maestro, pensó Nathaniel.
Nathaniel volvió a ponerse la capucha y se marchó de la iglesia. Fue el Maestro quien le inició en ésta no-vida... y ahora él mismo convertía o mataba a otros. Humanos inocentes... No los apreciaba, pues los humanos temen a los seres de la noche.
La poca gente que le miraba veía como le brillaban los ojos como de un color dorado, como si fuera unos ojos sobrenaturales. Nathaniel también los observaba, acechando, pero sin atacar. Dejó de caminar y se apoyó en una pared. Las uñas le crecieron unos milímetros, estaba preparado. Respiraba entrecortadamente porque la sed volvía. Siempre volvía y debía recuperar fuerzas.
Alguien se le acercó, no sabía de que sexo era aquella persona, pues estaba medio cegado. No solo por el pelo, sino por la debilidad que sentía.
-Eh ¿estás bien? -preguntó la voz de la persona.
Nathaniel como toda respuesta alzó una mano y la dirigió hacia el cuello de la persona, le desgarró el cuello. El cuerpo tanbaleante cayó al suelo. Nathaniel sonrió y se dispuso a morder el cuerpo de la persona que resultó ser un adolescente.
Cuando hubo acabado, se fue corriendo. No debían encontrarle y sabía que pronto sería de día. Tenía que ir al cementerio...