jueves, 30 de diciembre de 2010

Sombras sin luces

¿Amar? No necesito amar. Nunca lo he hecho.
¿Querer? Sí, he querido. Muchas veces me siento vacío por mucho que quiera a esas personas de mi alrededor y otras me siento lleno de una alegría que me hace actuar como un idiota y bromear hasta un sin límite.

Mi mente y mi corazón son diferentes, y a la vez son sus iguales. Miedo y alegría. Todo se relaciona con mente y corazón. Están enlazados. Doy más importancia a mis pensamientos que a mis sentimientos. No lo he negado pero tampoco lo he reconocido.
Los sentimientos me van matando y mi mente como con mis ojos siguen en guardia. Con exceso de confianza he dejado heridas sobre mí espíritu y no solamente en esa parte de mi.
Dolor y más dolor. A veces algunos sentimientos buenos me alivian para después dejar un mal estar. Pensamientos y sentimientos.
¿Miedo? Lo tengo y hay muchas cosas que me pueden horrorizar. Observo y saco conclusiones. Buscando un por qué a todo. Quiero control cuando no controlo nada. Solamente he conocido más sombras que luces.
Quiero querer pero no ser querido muchas veces y a la vez no querer a nadie. Que el mundo me temiese y me evitase. Bueno, más o menos es así. Este recuerdo me hace sonreír siempre. Ríendome de mi mismo. Muchas cosas son irónicas y en mi contra.

Acepto todos estos sentimientos y experiencias y no voy a olvidarlas jamás.

Serán mí destrucción...

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Sombra y Luz

Te observo desde las sombras. No me atrevo a mostrarme, pues no soy agradable. Nadie lo dice, pero yo me veo así. Te veo indecisa e insegura. Múestrate al mundo. Todo está a tu alcance y fuera del mío. No me sorprende, ni deseo nada. Tan sólo con observarte me conformo. Y sé que te asusto y que huirás. Como si yo fuera un depredador. No te das cuenta de que yo no soy nada, ni nadie. No tengo identidad para el ser humano, tan sólo para las sombras como yo. Nunca fuí mejor que nadie, ni prometedor. Solamente alguien caído en desgracia.
No me paro a charlar, no me paro a escribirte un SMS al móvil ni mandarte un correo. Solamente te observo y contemplo tus fotos. Tal vez sea eso lo que tenga valor para mí. Porque casi todo se ha vuelto irónico y en mi contra. Tu imagen me viene en sueños, con tus ojos luminosos y tu media sonrisa. No merezco nada y todo se me ha privado. No tengo derecho a nada, pero me permito el derecho de poder observarte. Y eso es algo que nadie me prohibirá. Ni si quiera tú.
Sigues indecisa y temes al mundo. Todo está a tu alcance, sal a la luz. Que el mundo conozca la luz de tus ojos.
No te importará que yo desaparezca de tu vida, pues en la luz yo no podré seguirte. Me quedaré atrás en mi mundo de sombras, engaños, muerte y traición. Aléjate de todo esto. Nada de esto te hace bien. Sal al mundo y date a conocer. Todo te irá mejor así. Sin oscuridad. Sal al mundo de la luz y deja lo oscuro. Yo ya no temo a perderte, pues sé que en el fondo no soy para ti ni para nadie como tú. Solamente conservaré los recuerdos que tengo de ti y tus imágenes, y te veré en mis sueños.

Me conformaré con eso si dejas este mundo de sombras...

jueves, 16 de diciembre de 2010

Dos tipos de pluma y una respuesta

Todo muere. Sólo hay una cosa que no muere: el espíritu. Y no muere jamás, pero sí desaparece y emprende un camino que todo el mundo desconoce.
Yo tengo un espíritu marcado por la oscuridad y el tuyo está marcado por la luz. ¿Por eso hemos de estar separados? ¿Tan distintos nos hace, tan diferentes? Lo dudo, con todas mis fuerzas, pero no puedo negarlo. No sé si mi oscuro espíritu te sirve a ti, pero está claro que el tuyo tiene efecto en mí.

Solamente porque tus plumas sean blancas y las mías negras no cambia nada. Hay un corazón latiendo pero encarcelado por las estrictas normas, por la estúpidez que tenemos en la mente y en el sentido común de que no somos el uno para el otro, o para alguien que no es precisamente uno mismo. Te veo entre las sombras y ni si quiera sé si yo tengo sombra, y tal vez, yo sea la tuya. Te sigo y tú intentas encontrarme pero no me encuentras.

¿Qué intentas?, preguntas al aire, donde yo puedo oírte perfectamente.
Nada, aclararte las ideas o confundirte más. Puedes elegir una de las dos opciones y yo lo haré, te respondo.

Un llanto. ¿De quién? ¿Tuyo o mío, o tal vez, de los dos? Yo ya te he dado las opciones, yo lo tengo casi todo claro. Ando confuso y tú lo estás aún más. Yo casi he salido de esto, pero mi corazón sigue siendo oscuro, como la tinta. Todo es oscuro. Solamente tú puedes darme la luz que necesito.

Plumas negras y plumas blancas.

¿Qué decides?, grito a mí vez, al aire, para que puedas oírlo.

Plumas negras y plumas blancas.

¡¿Qué me contestas?!

Silencio.

Esperaré tu respuesta, hasta que todo el mundo acabe y muera y sólo perdure nuestro espíritu...

viernes, 10 de diciembre de 2010

Señor y Señoras

Tengo veinte años, estoy en el paro y ya no tengo un techo sobre mi cabeza. Me despidieron del bar por dejar caer demasiadas bandejas y sólo tengo cincuenta euros en el bolsillo y no tengo a ningún familiar cerca, ni si quiera algún amigo o amiga.



Aquí estoy, de nuevo, en el bar donde trabajé tomando cerveza tras cerveza. Estaba ya de por sí borracho, pues de los cincuenta euros solamente me quedaban diez. No podía levantarme porque me mareaba, y tenía los brazos apoyados en la barra y sobre ellos mi cabeza. Un frío pasó por mi espalda al abrirse la puerta del bar, y no me giré para ver quién había entrado. Solamente miraba a la barra o a ninguna parte. ¿Dónde merecía la pena vomitar? Me hubiera gustado hacer encima de mi antigua jefa, pero eso sería montarle un pollo y creo, que no estaba para eso.

Alguien me tocó el hombro y me giré levantando la mano en forma de amenaza:
-No... se... toca...
Y una voz femenina y clara salió de la boca de una mujer bellísima. No era alta ni baja, tenía el cabello liso y negro, unos ojos azules con un color demasiado fuerte para ser de una persona que fuera humana, pero de eso me di cuenta mucho después y me dijo.
-Perdona, ¿te he molestado? Es que necesito fuego.
Con un gruñido metí mis manos en los bolsillos de mi chaqueta, buscando el mechero. No estaba ahí y miré en los bolsillos laterales, tampoco estaba ahí y finalmente busqué en los bolsillos traseros y lo encontré.
¿Tendrá gas? Porque ya no recuerdo la última vez que fumé un pitillo, me pregunté. Se lo dí y ella con rápidos movimientos cogió un paquete de cigarrillos Winston del bolso, sacó el primer cigarro que pilló, se lo encendió y me devolvió el mechero con rápidez. Nuestras manos tuvieron un leve contacto, apenas un roce y noté un frío poco habitual.
Volví a centrar la atención en la dura barra, apoyándome de nuevo sobre mis brazos.
Me aburro. ¿Qué puedo hacer? ¡Ah, ya sé! ¡Voy a mirar el escote de la Señora Winston!, pensé, sonríendo con picardía. Aunque a decir verdad no sabía si yo tenía de eso.
Miré de reojo a la Señora Winston y no me defraudé, sus senos eran algo que admirar.
Me pilló mirándola pero, ella solamente sonrió. De pronto, todo me daba vueltas y no me había levantado que yo supiera.
¡Zas! Me llevé un golpe contra el suelo. Contra el frío y duro suelo. ¡Normal que me haya mareado! Levanté la mirada y vi a mi ex jefa. Una señora grande, con caderas grandes, y con unos senos que parecían sacos de patatas, llevaba un moño de lo más ridículo y un traje de florecillas aún más ridículo y como siempre... tenía un puro en su boca. Lo agarró con la mano que tenía libre y me gritó:
-¡Fuera de mi bar, borracho!
Con gruñidos secos me levanté con esfuerzo y de pronto, una gran euforia entró en mi interior. Tenía que ser el acohol... seguramente.
-Puessss tú... tú.... ¡Eres una vieja virgen!- ni si quiera pensé lo que dije pero, me reí como si lo que hubiera dicho fuese una gran idea. Qué iluso era...
La mujer Caderas Anchas me lanzó un tortazo en toda la cara, pero no noté nada. Seguía riéndome. Pero de tal sacudida del golpe, me entraron naúseas y solté todo lo que comí en todo el día sobre el cuerpo de la señora Caderas Anchas. Y ella, asqueada, se fue corriendo y gritando, y se dio un golpe contra una de las puertas de los baños.
Miré a mi alrededor y todo daba vueltas y pensé un tíovivo, las vueltas que daban las helices. Y de pronto, pensé en escotes: en el escote de la Señora Winston y el asqueroso escote de la señora Caderas Anchas. Tenía que decidir, me dije. Fuí a buscar a la Señora Winston que tomaba un café, la cogí por los hombros y acerqué mi boca, torpemente, a la suya. Después del besito grité:
-¡Soy el Dios del Mundo!
Ese grito era para los presentes y luego fijé mi mirada a la sorprendida Señora Winston y le dije:
-También tengo algo para ti...
Otro besito bien dado, luego pasó a morreo pero de mi boca salió lo que quedaba en mi estómago...

Y después, todo se llenó de gritos.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Quemando el pasado

He visto muchas series, he leído mucho libros y he escuchado todas las canciones. Nada interesante queda ya. Solamente hay cosas que no tienen que ver con la realidad del mundo y hablan de otros mundos inconexos al nuestro. Diferentes realidades lo llaman.

He sido muchas cosas, he tenido muchos nombres y diferentes personalidades a lo largo de los años. Recuerdo cosas que eran más sentimiento que contacto físico. Soy el último y esto no ha acabado. Nadie cree en nada, ni en la magia, ni en un Dios o varios y ni si quiera en seres mejores que estén por delante de los humanos. Pero ni mi raza ni mis enemigos raciales no hubiéramos vivido como reyes sin ellos. No hay nadie más como yo. No estoy furioso, ni deseo venganza, pero tampoco puedo pasar de página, no tan fácilmente. No es que lo vea todo negro o blanco, simplemente no veo nada, ni si quiera un objetivo me guía. Sigo vivo y quiero seguir estándolo, pero claro, no puedo vivir sin luchar, así que seguiré con la guerra. Todos nosotros, mi raza y mis enemigos, cada ser individual de nosotros tenía un objetivo o varios, y otros solamente dejaban que los años pasasen, sin haberlos vivido, pues ya han asistido a demasiadas cosas de nuestro mundo y se terminan cansando.

Olvido lo que viví y experimenté en el pasado, y lo ignoro, no quiero recuperarlo. Mi memoria no es excelente y de hecho estoy loco, pero no voy a llegar a serlo como los Ancianos. Junto con mi pasado vivido he olvidado mi nombre antiguo y el nombre humano que yo elegí. Después de todo... hay tantos... Muchos más que el número de enemigos que tengo.

Hace unos años observé una serie ridícula, que no llegó a conmoverme pero, que veía cierta silimitud con el protagonista y su enemigo. El bueno y el malo. Todo se resume así, en bandos. Y los dos estaban solos. Un frente contra frente. No había nada que perder, excepto, la vida claro. Pero siempre había la manera que uno de los dos huía y juraba venganza. Yo estoy como ellos, huyo pero no pido venganza. Solamente lo entiendo. Hemos perdido la guerra y no acabará hasta que yo esté muerto. Tampoco busco las respuesta de por qué hay una guerra hasta la propia extinción. Tal vez, no la haya y todos que la conocían lo han olvidado. Todo es probable.


¿Créeis en el mal? Yo soy el mal y ahora sabed mi nombre que yo elegí de nuevo.
Me llamo... Dalek.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Alucinante a lo que he llegado

Nunca pensé en los milagros. Parecen todos demasiado perfectos para poder describirlos y sentirlos. Pero, como todo, se basa en los pequeños momentos. Una pequeña charla y alguna que otra risa. Pueden alegrarte parte del todo.

¿Cuándo me siento realmente feliz? En aquellos momentos en que soy capaz de bromear, dejar de lado por un momento lo malo. Algo que me cuesta y algo que sigo viendo mayor que mi felicidad propia. Sin ellos, tal vez, seguiría en la oscuridad. Sin una puñetera luz que me guiase por la oscuridad que me abruma.

No he vivido milagros como otra gente dice haberlos vivido pero, sé qué es lo milagroso en mi vida. Solo estoy perdido y sin rumbo en un océano de lágrimas amargas. Repitiendo para mí mismo: estoy completamente solo.

Aquí puedo admitir que no estoy completamente solo. Tal vez tenga a personas que valgan tenerlas cerca que lejos pero, de todos modos, me alegro de tenerlos de alguna manera.

Tal esto que escriba sea increíble, en plan hulk, solamente que yo no mido mas de dos metros y no soy verde, pero como dice alguien, no pienso mencionar su nombre, me gusta este misterio. Ella y otros me abrieron los ojos, y no solo los de la cara, también los ojos de mi alma y mi corazón. Que siempre habían estado ciegos.

Os doy gracias por ello, a todos y no solamente eso, sino decir, que os quiero, completamente con mi gran corazón que no me cabe ni en el pecho.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Muero por mi mano

Cuando llegué a casa todo estaba destrozado, las paredes estaban llenas de sangre de mi propia familia. Mi padre yacía inerte junto a mi madre, mis hermanos estaban muertos en sus respectivos cuartos. Murieron por culpa mía... por mi sombra.

El peor enemigo de alguien es el mísmisimo alguien. La oscuridad de dentro de mí salió a la luz, caminaba con un cuerpo exacto al mío. Él era yo y yo era él. Así que mi familia murió por mi mano... Las lágrimas me impedían ver bien, pero lo que hice fue volver a los cuerpos de mis padres, en el salón destrozado. Toqué el charco de sangre que bañaba a los cadáveres con los dedos, y me dibujé dos líneas verticales en mi rostro.

Tenía mi espada Redención atada en mi espalda, y no me di cuenta en mucho rato de que estaba ahí. No hacía nada útil estar ahí llorando. Ese lugar ya no era mi casa, pues mi oscuridad lo había profanado. El mal atrae al mal.

Yo era un pecado, y las demás personas que me rodeaban también lo eran. No merecíamos el suelo que pisábamos, ni el derecho de a ver visto la luz. Todos los que se cruzaban en mi camino acababan ensartados por Redención. Dejaba detrás de mí un camino de cuerpos sin vida y oí un zumbido, un escalofrío recorrió mi espina dorsal y sin saber cómo había parado con Redención el ataque de mi sombra, de mi espectro... mi oscuridad.

-Morirás conmigo, sombra -musité con poca claridad-. Mataste a mi familia y cuando te haya matado a ti... Me reuniré con ellos.
Una sonrisa torcida curvó mis labios. No era algo que yo desease, pues ya no me quedaba nada que valiese la pena, busqué el poder y acabé en desgracia y en desgracia moriría por mi mano.
Ninguno de los dos alcanzaba al otro, ataque tras ataque y finta tras finta... Eramos iguales y una idea se iluminó en mi mente.
Nunca se da la espalda ni a un cadáver, recordé. Un movimiento que nunca pude aprender y que siempre fue mi perdición.

Una estocada arriba, otra abajo. Todo era choque de espada contra espada, hasta que mi sombra en un ataque rápido en mi cara, que me produjo en una de mis mejillas y yo con eso pude introducir a Redención entre los pliegues de sus oscuras ropas.

Una vez muerto el espectro, yo también morí. Pues la sombra y yo éramos uno y no un ente separado como creía al principio de mi búsqueda...