jueves, 27 de enero de 2011

Espectro

El ser ilumina con su luz azulada el oscuro bosque. La fría noche trae consigo algo de escarcha y pequeños copos de nieve caen del cielo, de los árboles al suelo. Unas risas cantarinas venían por un camino lleno de arbustos. Y de ellos salieron dos jóvenes cogidos de las manos, sorteando las ramas y hojas de la vegetación.
El Iluminado nunca recibía visitas en su bosque, para que no lo vieran disminuyó la luz azul de su cuerpo, pero no podía extinguirla. Los jóvenes eran un muchacho y una muchacha con los rostros llenos de un rubor. El chico cogió con su mano un poco de nieve fría y se la arrojó a la chica. Ella hizo lo mismo a su vez. Los dos estaban riéndose. El Iluminado fue como ellos una vez, hace mucho tiempo y ya no podía volver a serlo. Renunció a todo lo que tenía, que le parecía poco o nada, y vagó de aquí de allá, hasta que su cuerpo murió. El espíritu, en cambio, no podía descansar y se quedó donde el cuerpo pereció. En el bosque. Para él no tenía sentido lo que hacían los jóvenes. Podía intuirlo pero no entenderlo, ya no.
Los jóvenes cansados y con los ojos brillantes, se acercaron el uno al otro y se abrazaron. Ya no había rubor en sus rostros. El Iluminado se preguntaba muchas cosas: qué sentían, por qué lo hacían... Oculto tras los árboles seguía espíando. Con el rato sentía más curiosidad por los jóvenes, más por lo que sentían que por lo que hacían. Era una balanza que él ya no podía entender.

¿Cuál fue el error del Iluminado en el pasado? No valoró lo que tenía, es más, su ambición no paraba de crecer. En sus ojos lo que tenía no tenía nada de valor y en su busca de cosas valiosas olvidó que lo más valioso era un corazón y todo lo que éste podía sentir.
Por eso cuando su alma dejó el cuerpo se convirtió en un espectro, ya no podría sentir lo que siente un vivo, ya no era como ellos, aunque lo hubiese sido en esencia, ya solamente podía preguntarse: ¿por qué?

lunes, 17 de enero de 2011

Un cuentecillo

Dejado el odio a un lado, dejando la amargura en el armario y el sueño en la cama; escribiré esto. Por mi y por ti. Te importe o no te importe: hay una historia de un chico que se hace llamar Killar.
Su vida era difícil, huérfano y metido en un gremio de ladrones, había una pequeña chica con él. Todos creían que la adorable niña era muda, pues nunca pronunció palabra y su vida era aún más dura que la de Killar. Él siempre la protegía de la manera en que podía, se llevaba las palizas que le querían dar a ella.
Con el tiempo Killar creció y deseó ser un ejecutor, uno de los mejores asesinos de la ciudad. Pasados unos días, cometió su primer crímen, como prueba a su maestro ejecutor. Aprobó y fingió su muerte, abandonando el gremio de ladrones y a Muñeca, la chica de la cual él estaba prendado. La misma chica a la que protegió. Ganando el dinero que ganaba él, siguió protegiendo a la niña que se convirtió en mujer, y en una sirvienta de una familia rica.
Ella pensó que su mejor amigo y protector había muerto, lloró y lloró, pero el dolor a la pérdida no cesaba, hasta que un día le llegaba dinero de un desconocido. Una manutención para ella.
Escribió cartas, muchas cartas de agradecimiento a su nuevo "protector".

Killar nunca dejaba de verla, siempre iba al mercado y pasaba por el lado de la parada de Muñeca, ella no lo reconocía.

Estaban cambiados los dos, separados en mundos diferentes y dos nuevas vidas.

Killar tal vez ya no era el mejor amigo de Muñeca, pero seguía protegiéndola, a pesar de que él no podía acercarse a ella ni hablarle, ni responder a sus cartas.

Siempre estaría ahí para ella.

Diosa y guantum, me gustan los guantum

Tú no acudiste a mi. Yo acudí a ti. ¿Por qué? No tengo una respuesta exacta, o al menos, tengo respuestas inexactas y diferentes. Te ví, te observé y te estudié. Sí, así es. Como si fuese una prueba que tú tuvieses que aprobar, solamente y seguramente, tú jamás hubieses adivinado la respuesta. No es algo que haga siempre, pero sí observo y saco conclusiones.
Muchas veces me arrepentí de ciertas cosas, cosas que te dije, cosas que no te demostré. No tienes motivos para confiar en mi. No está el hecho de que seamos amigos; porque todo el mundo es capaz de traicionar, todo el mundo tiene un precio. Y hay algo que me hace mucha gracia: el mundo ni tú, sabéis mi precio. No pido mucho, pero sí lo necesario que me tenga que bastar. No pienso conformarme con menos. Me he ido muchas veces, me he alejado y he vuelto, siempre fue así.

No me di cuenta de muchas cosas de las que ahora sí. No todo tiene un sentido, o al menos no del todo racional. En mi vida he cometido muchos errores y tú lo sabes, aún así; me dejas estar a tu lado. He llorado, me he divertido, me he vuelto más loco de lo que estoy y tal vez quiera que esto siga así. No porqué me guste sufrir, no, nada de eso. Todo lo que he vivido y experimentado lo acepto. Además, no vas a perderme tan fácilmente. No pienso rendirme en esto, y ahora... te diré unas cuantas cosas:

Todo el mundo está loco, ya lo sabes, incluídos tú y yo, aunque yo más. Eso que quede clarísimo.
Eres mi diosa lo quieras o no, lo diga en broma o en serio. Solamente lo sabré yo la verdad, pienses lo que pienses y por lo mucho que te extrañe.

Y preparate, porque pronto me oirás.


Esto último puede ser una amenaza o una noticia.
¡Solamente yo sé la verdad!

viernes, 14 de enero de 2011

Dos almas y un Guantum

-No puedes hacerme esto...
Lo haré
-¿Por qué?
Porque debo. Eliminaré tu dolor por completo y te sumirás en un largo sueño. Solamente te despertarás cuando todo haya pasado y cuando yo lo decida...
-¿No te das cuenta de que mi vida pasará, que me haré vieja y que moriré?
Solamente morirá tu cuerpo, que es prescindible. Lo que durará será tu alma
-Me matarás en el proceso... Acabarás conmigo. Ésa es tu naturaleza; devorarás mi alma y podrás hacer con mi esencia lo que te plazca.
Te equivocas en ciertas cosas; pero sí, es mi naturaleza. Estás equivocada, porque no pienso devorar tu alma. Pienso fundirme en ella, y así, nuestras almas estarán juntas. Aunque sé que eso te asusta. Pues tú nunca has visto mi mundo
-¿Y cuál es tu mundo?
El hielo
Estaba asustada, no lo entendía, no sabía sus motivos, pero no podía alejarme de él. No después de todo lo que me ha dicho, después de lo que me ha enseñado. Daré el paso...
Una sombra estaba junto a mi. Era él. Su voz seguía hablándome en mi mente. Me indicaba lo que tenía que hacer: cerrar los ojos, dejar la mente en blanco, respirar con calma y lentamente. Poco a poco necesitaba más aire, y tenía la necesidad de abrir los ojos, pero no podía y tampoco podía abrir la boca. Calor, frío, calor y luego frío. Un frío que no era natural recorría mi cuerpo y me helaba la sangre. Caí al suelo, pues no podía mantener el equilibrio. Los latidos del corazón se hicieron fuertes y rápidos y poco a poco, aflojaban el ritmo. Cada vez más despacio...
Él me dijo que nuestras almas estarían juntas, pero no mencionó que su sombra entraría en mi cuerpo y formaría parte de mi ser.

No me dijo... toda... la... verdad...

martes, 11 de enero de 2011

Guantum

Uno... dos... tres...
Cuento los segundos, o al menos, hago el intento. Pues tal vez el intérvalo del tiempo que hay en mi mente sea o demasiado lento o demasiado rápido. Ni yo mismo lo sé con seguridad.
Cuatro... cinco... seis...
Sigo delante de la pantalla del ordenador. Las ventanas parpadean con sus zumbidos, pero no les presto atención. No pienso que si se merecen una simple vista. Mis ojos sólo encuentran un objetivo interesante. Justamente ese alguien está entre las ventanas parpadeantes. Pero no leo lo que dice, no he abierto la ventana y no voy a hacerlo. Minimizo todo y busco entre mis varias carpetas fotos. La mayoría no tenían importancia. Ya no. Ese pasado se perdió. Tengo el presente pero no tengo el futuro y el pasado lo he tirado a la basura. Si no resulta ser así, estará enterrado profundamente en la masa de mi cerebro.
Siete... ocho... nueve...
He encontrado la foto que buscaba. Sale el rostro de ese alguien, pero no pienso en detalles. Se me escapan las lágrimas sin poder evitarlo. Creo que me emocioné, como al ver una película que antaño gustaba y que después veías el verdadero sentido que tenía.
La discusión, mis problemas y nada en este mundo salvo yo hará que mi mente piense en otra cosa. Cierro la ventana de mi carpeta, cierro todas las conversaciones que no me interesan y abro la que sí me interesa.
Escribo: estoy aquí... sigo esperando
Diez...
Me sumí en el sueño, apoyando mis brazos sobre el teclado y apoyando encima de ellos mi cabeza. La ventana seguía parpadeando...

lunes, 10 de enero de 2011

Pienso, siento y sueño

Soy prisionero de mi propia mente. Tengo una jaula dentro de mí cuerpo, que encierra a mí alma. Paranoias y malos pensamientos recorren mí mente y malas ideas se forman como trampas sobre mi cuerpo. El dolor y la rabia nublan lo que siento. No sé el por qué de que ningún llanto salga de mis ojos. Ni una lágrima amarga y salada, solamente maldiciones de mí boca. ¿Qué castigo es este? ¿Por qué este tormento? ¿Cómo puedo liberarme cuando no tengo un ángel a mí lado? No vivo, existo. Pienso y luego siento. La marea de pensamientos inundan mí mente, mí ser e influyen en mis actos. Pequeños actos que podrían hacerme daño a mi mismo y a los que me rodean. Un círculo de mentiras se ha vuelto vicioso, como una espiral sin fin.
-¿Estás bien?
La típica pregunta a la que se suele mentir, a veces recurro a las mentiras y otras a la cruda verdad. ¿Tendré futuro? Eso no lo he llegado a saber jamás, pues mí presente no es muy esperenzador y mí pasado algo demasiado cercano a mis recuerdos, tan doloroso y penoso...
Abro los ojos y delante de mí hay una pantalla; claro, mí maldito ordenador. Muchas ventanas parpadean, y pocas reciben respuesta, mí música me ayuda a relajarme o/a alterarme, según mi ánimo. Pero yo me pregunto:¿por qué veo a los demás felices, cuando yo estoy sumido en un caos? No deseo mal para la gente, pero sí deseo tener algo que me haga levantarme; una razón. En mí cabeza hago una lista de todo lo que tengo o creo que he tenido o que tuve alguna vez. Muchas cosas no valen la pena o no atrae mí atención lo bastante como para luchar lo bastante duro para conservarlo.
He perdido muchas cosas, he perdido a gente que no valía la pena, pero eso me sigue doliendo como si me quemaran con un hierro candente. Semanas pasé leyendo como un autómata sin razón de ser. Me sumí en el mundo de los personajes de mis libros. No es mí mundo, y éste tal vez, tampoco lo sea. No soy alguien caído en desgracia, tampoco una sombra, ni un espectro, mis ojos son como hielo, observan fríamente todo. No digo mucho lo que siento, pero es lo bastante mí mirada y mi sentimiento como para que me fije en una luz.
El día se ve oscuro y no es la noche, las nubes grises llenan el cielo pero no hay lluvia. En mí cuarto aguardo, pero no sé del todo el qué o el por qué aguardo. Las ventanas de la pantalla del ordenador siguen parpadeando y sonando pequeños zumbidos que requerían mi atención. Pero no les presté importancia y me sumí en mí desesperado sueño... Una real calma se apoderaba de mí en la oscuridad del sueño. No había nada, salvo una playa nocturna donde la Luna iluminaba el agua con la luz del Sol...

Tal vez... encuentre... al ángel... en... mis... sueños... o no.

miércoles, 5 de enero de 2011

¿Qué color quiere para la pared? Rojo sangre

-Mí objetivo es destruirme. Esa es mí vida. Es todo lo que me queda. Huye.
-No.
-¿Por qué? No te he prestado atención, no cuidé de ti, no luché ni lucharé por ti. ¿Por qué quedarse cuando hasta todo mí ser está maldito?
-¿Aún no te has dado cuenta?
-No tengo que darme cuenta de nada. Cuando me conociste yo era alguien y ahora no soy nada. Todo se ha vuelto como coger agua con las manos. Que se desliza por los espacios y huye. Todo está fuera de mí alcance.
-Yo no.
-¿Cómo que tú no? No, no tienes que hacer esto, no tienes que sentir nada hacia mi. Huye de una vez. No me obligues a hacerte daño...

Pegué un puñetazo a la pared, a la derecha de su cabeza. Vi su cara y había miedo, incomprensión, tristeza y dolor. Un dolor que tardaría en sanar. Yo mismo lo sabía, pero no tiene que estar conmigo. Lágrimas salieron de sus ojos y le grité que se fuera de una vez. Se fue con la mirada baja.
Cuando se marchó, lloré. Pero no por mi. Porque ella encontraría algo mejor, mucho mejor que yo, otra vida fuera de este páramo helado. Lloré y con su ida mi vida se quedó vacía. Me convertí en un ser sin razón de existir, sin ganas ni sentimientos por nada. Me convertí en alguien despreciable y cada noche recuerdo y lloró...

lunes, 3 de enero de 2011

Líneas, simples líneas

-He hecho cosas que nadie ha hecho. Por ti. Siempre por ti. Cosas que ya a nadie se le pasa por la cabeza, pero a mi sí. ¿Y todo para qué? Ni yo mismo lo sé. No te he dado la espalda pero muchas veces te he dejado sola. Me hundía en mí mundo y allí estaba solo.
-¿Por qué? -me preguntas-. ¿Por qué haces todo esto, si yo no soy nadie...?
-¡Deja de decir gilipolleces! ¡Si no fueras nadie no estaría aquí por ti, si no fueras nadie no haría lo que hice y que haré por ti! Te sumes en tu dolor, te castigas, y Dios sabe que más. No entiendo tus motivos, no del todo. Tú no entiendes mí forma de ser, no entiendes el por qué de que quiera estar a tu lado. Aunque claro, nunca lo estoy. Mi mundo es oscuro y solamente dejo entrar la luz cuando yo quiero, como si entrasen cosas nuevas en ese mundo, como si evolucionase y mejorase. Allí soy capaz de olvidarlo todo y solamente quiero que tú estés en él. He querido y deseado muchas cosas, pero nunca me he hecho ilusiones y tú crees que no mereces nada. Yo te digo que te equivocas. La gente acude a ti, aunque sea poca, es más aquí estoy. Tal vez no para siempre pero estoy a tu lado a mi manera.
-...
-Yo dejaré mi mundo de sombras cuando tus ojos acepten la verdad.
-¿Cuál es esa verdad?
-Eso tendrás que descubrirlo por ti misma. Yo te he dejado pistas. Ahora es la hora de que tú elijas tu camino. Siempre te he observado. Siempre he pensado el por qué, y con mis simples deducciones entiendo casi cualquier cosa. Deja las sombras...


Con esas palabras te dejo... Piensa y elige tu camino. Hay muchos y tal vez, algún día me encuentres en uno de ellos. Cuando descubras esa verdad, estaré a tu lado de cualquier forma y no solamente a través de una pantalla. Hasta ese momento, esperaré en las sombras y saldré a la luz.

Y... por... una... vez... no... estaré... solo...

domingo, 2 de enero de 2011

Ángel

Soy un ángel con cuerpo humano. Mi cabello es de color negro como ala de cuervo y largo, formando una melena, soy alto y una cicatriz de un corte cruza mi rostro, desde el ojo al labio, mis ojos son grises, mi nariz recta y mí boca no es ni grande ni pequeña. E ignoro si hay una medida de estas cosas. Visto de negro. Soy uno de los pocos ángeles que ve algo de belleza en los colores oscuros.
Estoy aquí para traer la luz y eliminar la oscuridad. Muchos ángeles han sido enviados por el Señor Excelso y fracasaron. No sé si yo soy lo bastante poderoso como para llevar a cabo esta tarea, pero he de intentarlo, es mí misión y para lo que fuí creado.
Miguel y Gabriel han muerto, al igual que Amatiel, Ituriel, Remiel, Raguel, Uriel y Rafael. Ya no quedan arcángeles. Con el tiempo, el Señor creará una nueva legión de Arcángeles y los que ya fueron creados serán olvidados. Ninguno de los espíritus de la Fuente Celestial sabrán lo que pasó en el mundo de los humanos.
Estoy en su mundo y me horroricé por las cosas que ví. Grandes ciudades, bosques talados y animales extinguidos o en peligro de extinción. No solamente es obra de los humanos, también de mis hermanos caídos. Que hacen bailar a los humanos como marionetas.
Me encuentro en una plaza, sin gente. Está oscuro, es de noche. No hay estrellas, sólo la luz de las farolas y tampoco se ve la luna.
No me encuentro solo. Hay una presencia oscura al otro lado y creo reconocerla.
Es un hombre calvo, delgado y de estatura media, sonríe como un tiburón, también viste de negro y una de sus manos tiene una espada.
-Baal...-saludo.
-¿Cómo estás Samael?-me pregunta, con su sonrisa de tiburón y enseñando los dientes negros.
No respondo, lo único que tengo que decirle se lo tendré que decir cuando lo haya vencido. En mis manos se materializaron dos espadas. Sentencia y Redención. La primera con el filo de color blanco y la otra de un color rojo.
El caído corrió hacia mí posición y al llegar me lanzó una estocada que paré con el filo blanco de Sentencia. Con Redención realicé una finta que iba al pecho de Baal, para luego dirijirla al brazo desarmado. La espada se alimentó de la sangre del demonio. Había hundido la espada en el brazo. Gritó de dolor e hizo un salto para alejarse de mi. Ahora, fuí yo quien fue hacia él. Mis dos espadas formaron una (X) y el con un solo gesto de su arma paró mi avance con una gran fuerza y casi perdí el equilibrio. Otro salto de gran altura para caer encima de mi. No me dio tiempo a parar su estocada, la hoja de mi espada estaba en diagonal hacia arriba y la hoja enemiga se deslizó por la mía y me hirió en el rostro. Provocando un corte similar al que ya tenía. Primero sentí que me quemaba y después sentí la sangre caer por mi rostro al suelo. Lágrimas salieron de mis ojos para mezclarse con la sangre. La lucha era la única manera de tratar con los caídos. No había otra forma... Estaba cegado momentáneamente, pero eso bastó para que la espada del caído se clavase en mi pecho, cerca del corazón pero sin llegar a él.
Más lágrimas, más dolor y más sangre. Sentencia cayó de mí mano izquierda. Baal reía a carcajadas. No sentía furia, no sentía nada salvo el dolor.
El caído iba a provocarme la muerte con otra estocada, pero en el último momento me aparté y con Redención en mí mano derecha, decapité en un momento desesperado al caído. Él puso una cara de sorpresa, luego dolor y después nada. Una luz salió de su cuerpo y se alzó hasta las estrellas.
-Descansa en paz, hermano -murmuré, llorando. Sanaría, mi poder de la Fuente sanaría mi cuerpo mortal y aún tenía un gran trabajo...


Con el tiempo reunirá una nueva legión de arcángeles...