lunes, 17 de enero de 2011

Un cuentecillo

Dejado el odio a un lado, dejando la amargura en el armario y el sueño en la cama; escribiré esto. Por mi y por ti. Te importe o no te importe: hay una historia de un chico que se hace llamar Killar.
Su vida era difícil, huérfano y metido en un gremio de ladrones, había una pequeña chica con él. Todos creían que la adorable niña era muda, pues nunca pronunció palabra y su vida era aún más dura que la de Killar. Él siempre la protegía de la manera en que podía, se llevaba las palizas que le querían dar a ella.
Con el tiempo Killar creció y deseó ser un ejecutor, uno de los mejores asesinos de la ciudad. Pasados unos días, cometió su primer crímen, como prueba a su maestro ejecutor. Aprobó y fingió su muerte, abandonando el gremio de ladrones y a Muñeca, la chica de la cual él estaba prendado. La misma chica a la que protegió. Ganando el dinero que ganaba él, siguió protegiendo a la niña que se convirtió en mujer, y en una sirvienta de una familia rica.
Ella pensó que su mejor amigo y protector había muerto, lloró y lloró, pero el dolor a la pérdida no cesaba, hasta que un día le llegaba dinero de un desconocido. Una manutención para ella.
Escribió cartas, muchas cartas de agradecimiento a su nuevo "protector".

Killar nunca dejaba de verla, siempre iba al mercado y pasaba por el lado de la parada de Muñeca, ella no lo reconocía.

Estaban cambiados los dos, separados en mundos diferentes y dos nuevas vidas.

Killar tal vez ya no era el mejor amigo de Muñeca, pero seguía protegiéndola, a pesar de que él no podía acercarse a ella ni hablarle, ni responder a sus cartas.

Siempre estaría ahí para ella.

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