martes, 22 de noviembre de 2011

Von Carstein

Si mi instinto me dice que abandone los sentimientos que me carcomen y que me impiden vivir una vida con sentimientos humanos. ¿Por qué ser humano y no bestia? ¿Por qué no dejar salir al Lobo que hay en todos?

Humanidad contra bestialidad. ¿Elección difícil? Ni hablar. Soy dos y soy uno. Lo soy todo. No soy ninguna de las dos cosas.

Estoy muerto y solo hay un sentimiento de hambre ante un vacío espiritual. Pero creo que ya no tengo un alma que considerar mía. Así me creó mi padre. Soy un Von Carstein., el último vástago de Vlad Von Carstein, conde vampiro de Sylvania. Pero ya no resido en el castillo de Drakenhof, donde el Conde de la Sangre masacra al ganado humano.

¿Tendría que importarme? No y a la vez sí. Tengo tanto de humano como de dragón. Tengo tanto de Astro Rey como de Agujero Negro. Tantas cosas que son opuestas ante una ecuación que tiene una respuesta mezclada y a la vez opuesta a las dos que la precedieron. Como vampiro, soy un bueno vampiro, como humano soy un cadáver ambulante.

El Lobo anda suelto y así cambio de forma donde el pensamiento de raciocinio es sepultado por los instintos primarios de la criatura. Ya no tengo vida, ya no tengo alma, ya no tengo una manera de ser que no sea la Bestia.

¿Crees poder salvar a un monstruo bebedor de sangre de los instintos básicos de toda criatura?

No podréis, y como simples marionetas de dioses tramposos, moriréis por la vejez, la enfermedad o el hambre y no me importará.

Sai'el Von Carstein, último Vástago vivo de Vlad Von Carstein, conde vampiro de Sylvania.




Anotaciones:
Sai'el es un nombre creado exclusivamente por mí.


Von Carstein es un apellido y el nombre de personajes fantásticos del mundo de Warhammer.



domingo, 20 de noviembre de 2011

Me pregunto dónde estás, adónde has ido, por qué has desparecido, si he hecho algo. No se me ocurre ningún lugar en el que buscarte y por más que busque, solo encuentro la desesperación de un deseo sin cumplir. La necesidad verte y no perderte.

Ante mí se presenta un tipo joven y desgarbado, con el cabello corto de un color azabache, despeinado. Su rostro era pálido en extremo y vestía completamente de negro, como si fuese un empleado de un cementerio, como si viniese de un entierro y olía intensamente, algo parecido al incienso.

-¿Por qué lloras, niña?- me pregunta el joven vestido de negro, mirándome con unos ojos de un color rojo. No sé por qué, pero no podía apartar la vista de esos ojos siniestros, como si una magia o lo que fuese me impidiera mover la cabeza y desviar la mirada a aquel individuo.

-No lloro...-respondí en voz baja, llevando mi mano derecha para quitarme las lágrimas que se deslizaban por mi cara-. Solamente busco a alguien.

El oscuro joven asintió, sonriendo de una manera más siniestra que su forma de mirar y del color de sus ojos. No era natural que alguien apareciese de esa manera y no pudieras apartar la mirada de la suya, a pesar de ser un desconocido para mí. Para colmo, pareció verdaderamente pensativo e interesado por lo que le dije, hasta que su sonrisa se ensanchó, dejando ver unos dientes blancos. Dejando una mueca extraña en su labio.

-Tal vez no encuentres a quién buscas-habló el joven- y sería mejor que continuases una vida alejada del ser que tú buscas. No te traerá nada bueno.
-¿Conoces a Fenrir?-le pregunté, como si este individuo supiera algo y el corazón se llenó de una extraña esperanza.
-Sí, no soy ningún amigo suyo, ni un familiar. Soy un conocido mejor dicho.
-¿Pariente no? ¿Amigo tampoco? ¿Conocido?-repetí-. ¿Sabes? Me recuerdas mucho a Fenrir. Nunca da respuestas ciertas y se guarda lo más importante para él. Dejando que lo malo pase por su mente y en la de nadie más.
-Soy un dios-dijo el chico, como si nada.
-¿Un dios?-inquirí-. A mi me gustan las cosas paranormales pero hace mucho que no creo en Dios... Cuando era pequeña, mi madre enfermó y rezaba a Dios que no se la llevara, pero no llegó a ocurrir. Seguiré con mi búsqueda... pero si pudieras concederme un deseo... por favor... quiero volver a ver a Fenrir.

El extraño abrió los ojos como platos al escuchar lo que dije y sin más, desapareció en un humo negro, en el que después aparecieron docenas de plumas negras y cayeron al suelo lentamente, mientras que otras se fueron por la ligera corriente de aire.

Me quedé sentada en un banco de un parque que había más adelante y esperé, intentando calmarme ante la posibilidad de que nunca volvería a ver a Fenrir. La sola idea de eso hacía que mi alma se congelase. Anocheció y las farolas iluminaban las calles y el parque, dejando a la vista sitios que no se veían en la oscuridad, como era lógico.
-Fenrir... Quiero verte de nuevo Fenrir
-¿Qué te pasa?-preguntó una voz muy familiar, y solamente pude alzar el rostro para mirar, hasta que llegué a sonreír por lo que vi.

sábado, 12 de noviembre de 2011

El lobo gris estaba sentado sobre sus patas traseras, mirando con mirada profunda el cadáver de un anciano, junto con otro cuerpo de un lobo pardo, Toboe.

Tsume, el lobo gris, se acercó al cuerpo de su congénere, queriéndole decir lo que nunca contó:

-Toboe has crecido mucho desde que nos conocimos... La primera vez que te vi eras un pequeño lobezno y creí que amabas a los humanos más que a nada en este mundo.... Puede... que estuviera equivocado, pero tu comportamiento, me hacía dudar, no lo entendía... Te pido perdón. Toboe una vez me preguntaste sobre la marca que tengo en el pecho. Es la marca que siempre recordaré de mi delito. Abandoné a su suerte a mis amigos y huí, después me echaron de la manada. No quería tener amigos ni quería confiar en nadie. Traicioné a mis compañeros, hasta que os conocí a vosotros. Quería llevaros al Paraíso... y me habéis traído hasta aquí...

Cerró sus ojos, intentando no dejar salir el dolor que sentía en el corazón y que le llevaría a aullar a un cielo oscuro, sin la luz artificial de la Luna.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Titán del Día Gris

No me esperes. Tengo razones para no querer ver a nadie. Después de todo, esto no va a ningún sitio.

Maldigo a Dios por lo que no me dio como hijo suyo, como lo maldigo por igual al Diablo al estar obligado a acatar las órdenes que tenía que obedecer por mis familiares. La negrura viene a mí y yo voy a ella; mi fiel compañera.

De aquí no saldré, habitando en una celda sin poder desahogarme de toda una vida que no viví. ¿Sigo vivo o estoy muerto? ¿Soy mortal? No lo sé ni yo, ahora mismo. Aquí hace frío y pequeños charcos de agua llenan la celda de cinco metros, de ancho y de largo. Un espacio asfixiante, sin una salida por la que salir.

¿Dios? Ya no soy hijo tuyo. ¿Diablo? Ya no soy adorador tuyo. Soy Caos, lo primigenio de toda la creación. En mí no está la vida ni la muerte, pero sí la destrucción como el nacimiento de todo. Todo esto es un engorro. Un engaño que crearon los Olímpicos al desterrarme aquí. En éste habitáculo de piedra gris, donde la piedra crece en el techo como agujas. Que van descendiendo con el paso de los siglos. Creciendo y creciendo hasta que ensarten mi cuerpo como si yo fuera un colador.

No soy como Urano, no soy como Cronos, ni como Gea, ni Rea, ni Atlas, ni el compasivo Prometeo, pero en mí está el verdadero poder de cualquier titán. Soy el Hijo de los Dioses Dorados, los Titantes.

Sin nombre, ni vida, ni destino y objetivo; vivo en la celda que será mi tumba.

Pero el Caos nunca se encierra. Saldré y destruiré el mundo mortal e inmortal. No habrá piedra sobre piedra.

Sabrán lo que es tener Días Grises