lunes, 7 de noviembre de 2011

Titán del Día Gris

No me esperes. Tengo razones para no querer ver a nadie. Después de todo, esto no va a ningún sitio.

Maldigo a Dios por lo que no me dio como hijo suyo, como lo maldigo por igual al Diablo al estar obligado a acatar las órdenes que tenía que obedecer por mis familiares. La negrura viene a mí y yo voy a ella; mi fiel compañera.

De aquí no saldré, habitando en una celda sin poder desahogarme de toda una vida que no viví. ¿Sigo vivo o estoy muerto? ¿Soy mortal? No lo sé ni yo, ahora mismo. Aquí hace frío y pequeños charcos de agua llenan la celda de cinco metros, de ancho y de largo. Un espacio asfixiante, sin una salida por la que salir.

¿Dios? Ya no soy hijo tuyo. ¿Diablo? Ya no soy adorador tuyo. Soy Caos, lo primigenio de toda la creación. En mí no está la vida ni la muerte, pero sí la destrucción como el nacimiento de todo. Todo esto es un engorro. Un engaño que crearon los Olímpicos al desterrarme aquí. En éste habitáculo de piedra gris, donde la piedra crece en el techo como agujas. Que van descendiendo con el paso de los siglos. Creciendo y creciendo hasta que ensarten mi cuerpo como si yo fuera un colador.

No soy como Urano, no soy como Cronos, ni como Gea, ni Rea, ni Atlas, ni el compasivo Prometeo, pero en mí está el verdadero poder de cualquier titán. Soy el Hijo de los Dioses Dorados, los Titantes.

Sin nombre, ni vida, ni destino y objetivo; vivo en la celda que será mi tumba.

Pero el Caos nunca se encierra. Saldré y destruiré el mundo mortal e inmortal. No habrá piedra sobre piedra.

Sabrán lo que es tener Días Grises

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