domingo, 20 de noviembre de 2011

Me pregunto dónde estás, adónde has ido, por qué has desparecido, si he hecho algo. No se me ocurre ningún lugar en el que buscarte y por más que busque, solo encuentro la desesperación de un deseo sin cumplir. La necesidad verte y no perderte.

Ante mí se presenta un tipo joven y desgarbado, con el cabello corto de un color azabache, despeinado. Su rostro era pálido en extremo y vestía completamente de negro, como si fuese un empleado de un cementerio, como si viniese de un entierro y olía intensamente, algo parecido al incienso.

-¿Por qué lloras, niña?- me pregunta el joven vestido de negro, mirándome con unos ojos de un color rojo. No sé por qué, pero no podía apartar la vista de esos ojos siniestros, como si una magia o lo que fuese me impidiera mover la cabeza y desviar la mirada a aquel individuo.

-No lloro...-respondí en voz baja, llevando mi mano derecha para quitarme las lágrimas que se deslizaban por mi cara-. Solamente busco a alguien.

El oscuro joven asintió, sonriendo de una manera más siniestra que su forma de mirar y del color de sus ojos. No era natural que alguien apareciese de esa manera y no pudieras apartar la mirada de la suya, a pesar de ser un desconocido para mí. Para colmo, pareció verdaderamente pensativo e interesado por lo que le dije, hasta que su sonrisa se ensanchó, dejando ver unos dientes blancos. Dejando una mueca extraña en su labio.

-Tal vez no encuentres a quién buscas-habló el joven- y sería mejor que continuases una vida alejada del ser que tú buscas. No te traerá nada bueno.
-¿Conoces a Fenrir?-le pregunté, como si este individuo supiera algo y el corazón se llenó de una extraña esperanza.
-Sí, no soy ningún amigo suyo, ni un familiar. Soy un conocido mejor dicho.
-¿Pariente no? ¿Amigo tampoco? ¿Conocido?-repetí-. ¿Sabes? Me recuerdas mucho a Fenrir. Nunca da respuestas ciertas y se guarda lo más importante para él. Dejando que lo malo pase por su mente y en la de nadie más.
-Soy un dios-dijo el chico, como si nada.
-¿Un dios?-inquirí-. A mi me gustan las cosas paranormales pero hace mucho que no creo en Dios... Cuando era pequeña, mi madre enfermó y rezaba a Dios que no se la llevara, pero no llegó a ocurrir. Seguiré con mi búsqueda... pero si pudieras concederme un deseo... por favor... quiero volver a ver a Fenrir.

El extraño abrió los ojos como platos al escuchar lo que dije y sin más, desapareció en un humo negro, en el que después aparecieron docenas de plumas negras y cayeron al suelo lentamente, mientras que otras se fueron por la ligera corriente de aire.

Me quedé sentada en un banco de un parque que había más adelante y esperé, intentando calmarme ante la posibilidad de que nunca volvería a ver a Fenrir. La sola idea de eso hacía que mi alma se congelase. Anocheció y las farolas iluminaban las calles y el parque, dejando a la vista sitios que no se veían en la oscuridad, como era lógico.
-Fenrir... Quiero verte de nuevo Fenrir
-¿Qué te pasa?-preguntó una voz muy familiar, y solamente pude alzar el rostro para mirar, hasta que llegué a sonreír por lo que vi.

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