domingo, 29 de agosto de 2010

White, black and grey

Una gran luz cegó por un momento al mundo. La gente se asustó y empezaron a haber rumores, en pocas horas otra gran luz apareció y volvió a cegar cualquier visión.

En medio de un bosque de pinos, había un hombre rubio vestido de color gris, sus ojos azules eran penetrantes, su nariz era recta y pequeña y una mandíbula fuerte, ni demasiado grande ni diminuta. Veía la belleza del bosque, respiraba el aire limpio y con todo ello, se sintió feliz. Era hora de traer la luz a este mundo...

Llegada la noche el hombre estaba de un buen humor, tanto que reía solo. Miraba las estrellas maravillado y la luna le impresionó aún más. Pues era blanca, de un color blanco demasiado puro para este mundo. Lo que no sabía es: que llegado él al mundo para traer la luz, habrá alguien que vendría a traer la oscuridad de nuevo tras su llegada.

Unas estrellas fugaces surcaban el firmamento y todo el mundo las miraba maravillado, hasta él empezó a sentirse en una plenitud completa al ver aquel espectáculo. Poco a poco fue sintiendo una congoja en su interior. Aquel alguien, había llegado.

La mensajera de la oscuridad había llegado al mundo mortal, tras la llegada del mensajero de la luz. Su cabello azabache caía liso por su espalda, sus ojos marrones miraban el ambiente con aire frío e inhumano y sonriendo al ver que sus ropas estaban mojadas, pues se materializó en medio de un río. La ropa se le pegaba a la piel. Ella sabía donde apareció él y se puso a caminar lentamente, sin prisa al bosque de pinos, pero, a su paso, todo iba ardiendo en llamas. Los animales morían calcinados y los árboles con ellos. Llegada al punto del bosque donde apareció él, esperó.

Un ser que ya estaba aquí antes que ellos dos sonreía, todo surgía como lo que él esperaba. Todo según lo tenía previsto, pues así se lo imaginó en todos los años de su existencia y ya había llegado la hora de acabar su trabajo. También se puso en camino.
No tenía forma, aunque, podía expresar una sonrisa o una carcajada fácilmente, al igual que podía expresar dolor en una voz. Simplemente era una sombra que despertó el día en que hubo vida en el mundo y durante todo aquel tiempo esperó a la llegada de esos dos: del hijo del bien y de la hija del mal. Ya llegó al punto de encuentro y allí estaba ella quemando el propio ambiente a su alrededor...

Cuando él llegó... era demasiado tarde. El bosque había muerto y con él los árboles y los animales; su tristeza se veía en la cara y en sus ojos que ya dejaban caer lágrimas y miró con un odio que parecía que siempre hubiese estado ahí, pero era desconocido para él, pues apenas había comenzado a existir como una sola esencia. Convocó unas nubes con un movimiento ligero de la mano y todo asu alrededor acabó húmedo, apagando el fuego.

Ella no estaba sorprendida de sentir el odio que palpitaba en su corazón, y simplemente con una desconocida palabra unas llamas azules aparecieron en sus manos y chasqueando los dedos mandó las llamas contra el hombre que fue dado de lleno.

De pronto, aparece la sombra y mira todo el bosque con pena, pero, sabía que eso tenía que ser así. Y los hijos del bien y del mal se dieron cuenta de la aparición de la sombra, la cual los rodeaba a los dos y combatiendo con sus artes, con su propio elemento, se mezclaron con la sombra.

La sombra les susurró:
-No sois nada el uno, sin el otro. Os necesitáis, porque así es vuestra esencia gracias a mí. Ahora os odiáis por vuestra cercanía, pero, con la distancia os sentís incompletos y vacíos. Con mi compañía podréis hacer lo que os apetezca, siempre que uno contenga al otro sin destruíros.

Y así la sombra desapareció, se instaló en cada uno de los dos, dejando una marca en forma de estrella de seis puntas en la espalda y no medía más de un palmo de una mano.
Una última vez habló la sombra:
-Debeis seguir caminos distintos: el hijo del bien caminará con el Sol y la hija del mal caminará con la Luna y solamente cuando haya eclipse, podréis estar juntos...

domingo, 22 de agosto de 2010

Reina del Hielo

Este mundo ha sido creado por ella. Un mundo de fría escarcha, hielo y un profundo dolor.
Ella se llama Jade, y fue en su tiempo una chica como tantas otras. Pero en ella siempre había un vacío que su canto apenas podía llenar, y así en su mundo de hielo cantaba canciones y recitaba poemas de amor y muerte.
En el mundo de lo que la gente cree normal, ella no estaba. Al menos, no de manera completa. Sonreía cuando tenía que hacerlo pero, no con verdaderas ganas o hablaba cuando se le pedía su opinión pero, siempre vagamente. Hablaba poco y se encerraba en sí misma y en su mundo, que solamente estaba creado para ella y para alguien que fuese como ella.
Alguien que pudiera amarla de una manera infinita, alguien que... la... entendiera. Pues nadie o... casi nadie era capaz.

Así que, a su manera, se convirtió en la Reina del Hielo. Sus canciones volvía locos a casi todos los hombres, solamente aquel que pudiera comprenderla conservaría la cordura. Y todos fueron perdiéndo la cordura y morían congelados en aquel mundo oscuro y helado. Las Damas Blancas, que eran espíritus afínes a ella, cantaban con ella y lloraban cuando ella lloraba.

Nadie pudo sacarla de ese abismo, y todo aquel que lo intentaba, moría en el acto.
Corre la leyenda de que solamente ella dejaría ese mundo cuando encontrase a aquel o aquella que llenase el vacío de su corazón helado...

jueves, 19 de agosto de 2010

Infernal

El cielo es oscuro, mayoritariamente oscuro salvo, por las pocas estrellas que hay en el. La luna sale llena y de un color rojo que jamás pude contemplar.

El bosque está tranquilo y un viento frío invade el ambiente. Los lobos aúllan; comunicándose con los miembros lejanos de las manadas.

En un descampado estoy yo manejando fuego entre mis manos; creando llamas tan grandes como la palma de la mano, que iluminan mi rostro lleno de dolor, un dolor que nadie comprende, un dolor que me causa el mundo y yo mismo. Un dolor que jamás encontrará descanso en mi pecho.

Un rayo va hacia mí. Viene del límite del bosque y allí se manifiesta una luz plateada, que da paso a una forma de una mujer, baja y rubia ceniza, con unos ojos azules inquisitivos y divertidos; en su rostro aparece una sonrisa y luego se vuelve seria al darse cuenta de que no le hago caso, aunque haya dado esquinazo al rayo.

Las llamas de mis manos se hacen más grandes y ahora pequeñas bolas de fuego están a mi alrededor. Dos rayos de electricidad surgen de las manos de la mujer y los lanza contra mí. Me da tiempo a repeler ese "ataque" con mi fuego que surge de las manos, hasta que yo mismo ardo; es una escena tétrica. Me daba igual todo y quería acabar con ello, con toda la vida que hay en el mundo y cuando todo se hubiese consumido por el fuego, solamente quedaría mi propia destrucción.
-¿Por qué dejas que el dolor nuble tu juicio? -grita la mujer.
-Has visto lo que yo he visto y has sentido lo que yo he sentido. Sólo veo muerte...
-¡Antes veías la vida y lo bello en todas las cosas! - me reprocha.
-Ya no hay nada para mí...
-¿No estoy yo? -me pregunta.
Sonrío y no es una sonrisa agradable.
-Tú no eres para mí, aunque pensase que sí... Pero, solamente me engañaba a mí mismo.
Las llamas que me hacen arder pero, que no queman y que no consumen mi cuerpo se hacen más intensas y tu luz y tu electricidad tambien se hacen más brillantes y llegas a gran velocidad a mí y me abrazas, creando una tormenta de fuego y electricidad.
Momentáneamente me sentí completo, pero mis ojos se cerraron, las llamas pararon y tu luz se hizo intensa por el dolor que yo te transmití.

Acabaste con lo que yo no podía acabar: mí... sufrimiento.

No estaba físicamente ahí ahora, mi cuerpo desapareció hasta que solamente quedó una imagen que no paraba de sonreir y por una vez, pudimos cogernos de la mano.

jueves, 12 de agosto de 2010

Alas negras

Estoy en posición fetal. Estoy ausente en un lugar donde nadie puede llegar. Tapado con mis alas de plumas negras y absorto de lo que pasó a mi alrededor.

Lleno de pensamientos que no se califican de buenos o incluso de mal pensados. No he conocido otra cosa que mentiras y traiciones.

¿Qué es esa fe vuestra? ¿Por qué quereis cambiarme cuando ya estoy bien así en mi propio mundo? ¿Por qué no dejarme en paz y solo?

Hasta tú, que nunca habías puesto tu mirada en mí... haces lo que ellos hacen. Creais ideas y momentos futuros que nunca existirán, cosas tan impensables que yo no me veo capaz de hacer.

¡Yo ya estoy bien en esta oscuridad!

No sé lo que cae por mis ojos si lágrimas o sangre, pues toda emoción y esperanza cayó con la felicidad falsa con la que vivía.

Dejadme entre mis alas negras y olvidaros de este ángel caído que soy.
Dejadme con mi amargura y mi dolor, pues nadie logrará aliviar mi corazón, ni mis recuerdos...

Con mirada preocupada me miras desde las alturas.
Me pregunto: ¿por qué? ¿Por qué preocuparse de un caído cuando casi nadie lo hace? ¿Y... por qué tú y precisamente tú?

No conozco sentimiento que sea bueno, solamente algo que desgarra el corazón, desgarros que dejaron su marca inborrable en mi memoria.

¡Dentro de mi corazón hay lo que quiero! ¡No os necesito os digo!
Que no necesito a nadie...

¿Por qué me miras con esa cara tan llena de preocupación? ¿Por qué te entristeces y me compadeces? ¿Por qué intentas comprenderme?

Tú pasado es triste, como el mío pero, tú rebosas de luz, de sentimientos que están deseosos de ser mostrados a los seres queridos.

¿Qué tengo yo por mostrar, aparte de cicatrices que no son visibles pero que dejan su marca en mi recuerdo que permite que mi cara exprese esa tristeza?

¿Por qué me miras así? ¿Cómo es posible que en ti haya esa luz tan pura y en mí la más negra oscuridad?

Tus alas de luz iluminan mi posición, como si parecieses dispuesta a tenderme la mano. Me levanto receloso, con una mirada llena de odio y un miedo que he sentido en mi propia esencia durante mis pocos años de vida y lo que sentiré todos los años de ésta.
Ya has bajado, estás frente a mi.
-¿Qué haces aquí? -pregunto.
-Observarte...-dices con cierto miedo por mi reacción-. ¿Por qué dejas que todo esto te absorva? ¿Por qué vives en esta oscuridad eterna y no en la luz?
-Yo solamente he visto la luz de tus ojos... Déjame con mi dolor y mi pena...
Retrocedo unos metros dispuesto a irme, a cambiar de sitio donde volver a tumbarme y recordar todo aquéllo que me hirió. En cambio, tú te acercas más de lo que me gustaría.
Tu luz me ciega pero no es tan potente como para no poder ver tu rostro sumido en mi tristeza.
-¿Estarías dispuesta a estar conmigo y a ser la luz de mi esperanza?
Tardas en contestar, pareces aliviada y como si alguien te hubiese quitado un peso de en cima y respondes cogiéndome la mano y murmurando:
-Siempre.