jueves, 12 de agosto de 2010

Alas negras

Estoy en posición fetal. Estoy ausente en un lugar donde nadie puede llegar. Tapado con mis alas de plumas negras y absorto de lo que pasó a mi alrededor.

Lleno de pensamientos que no se califican de buenos o incluso de mal pensados. No he conocido otra cosa que mentiras y traiciones.

¿Qué es esa fe vuestra? ¿Por qué quereis cambiarme cuando ya estoy bien así en mi propio mundo? ¿Por qué no dejarme en paz y solo?

Hasta tú, que nunca habías puesto tu mirada en mí... haces lo que ellos hacen. Creais ideas y momentos futuros que nunca existirán, cosas tan impensables que yo no me veo capaz de hacer.

¡Yo ya estoy bien en esta oscuridad!

No sé lo que cae por mis ojos si lágrimas o sangre, pues toda emoción y esperanza cayó con la felicidad falsa con la que vivía.

Dejadme entre mis alas negras y olvidaros de este ángel caído que soy.
Dejadme con mi amargura y mi dolor, pues nadie logrará aliviar mi corazón, ni mis recuerdos...

Con mirada preocupada me miras desde las alturas.
Me pregunto: ¿por qué? ¿Por qué preocuparse de un caído cuando casi nadie lo hace? ¿Y... por qué tú y precisamente tú?

No conozco sentimiento que sea bueno, solamente algo que desgarra el corazón, desgarros que dejaron su marca inborrable en mi memoria.

¡Dentro de mi corazón hay lo que quiero! ¡No os necesito os digo!
Que no necesito a nadie...

¿Por qué me miras con esa cara tan llena de preocupación? ¿Por qué te entristeces y me compadeces? ¿Por qué intentas comprenderme?

Tú pasado es triste, como el mío pero, tú rebosas de luz, de sentimientos que están deseosos de ser mostrados a los seres queridos.

¿Qué tengo yo por mostrar, aparte de cicatrices que no son visibles pero que dejan su marca en mi recuerdo que permite que mi cara exprese esa tristeza?

¿Por qué me miras así? ¿Cómo es posible que en ti haya esa luz tan pura y en mí la más negra oscuridad?

Tus alas de luz iluminan mi posición, como si parecieses dispuesta a tenderme la mano. Me levanto receloso, con una mirada llena de odio y un miedo que he sentido en mi propia esencia durante mis pocos años de vida y lo que sentiré todos los años de ésta.
Ya has bajado, estás frente a mi.
-¿Qué haces aquí? -pregunto.
-Observarte...-dices con cierto miedo por mi reacción-. ¿Por qué dejas que todo esto te absorva? ¿Por qué vives en esta oscuridad eterna y no en la luz?
-Yo solamente he visto la luz de tus ojos... Déjame con mi dolor y mi pena...
Retrocedo unos metros dispuesto a irme, a cambiar de sitio donde volver a tumbarme y recordar todo aquéllo que me hirió. En cambio, tú te acercas más de lo que me gustaría.
Tu luz me ciega pero no es tan potente como para no poder ver tu rostro sumido en mi tristeza.
-¿Estarías dispuesta a estar conmigo y a ser la luz de mi esperanza?
Tardas en contestar, pareces aliviada y como si alguien te hubiese quitado un peso de en cima y respondes cogiéndome la mano y murmurando:
-Siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario