lunes, 26 de abril de 2010

Grupo ficticio: Kai

En el escenario, con el batería, los guitarristas, el bajo y el cantante preparados para hacer su música. La gente gritaba de emoción del concierto, el primer concierto del grupo Kai.
Las guitarras empezaron a sonar, al igual que el bajo y la batería. Pronto se les unió un teclado, nadie lograba ubicarlo porqué no estaba en el escenario, sinó arriba, encima de las cabezas de todos.
La primera canción se llamaba:Price lament

I could not save, and now I pay the price of my lamentation, my curse.
I cry day and night, but my goal is in the spotlight.
Meet you in hell or the kingdom of heaven.

Knife in hand, walk through the flesh, to free my soul from this earthly existence, and live in the afterlife to be with you forever.

I'm a legend of misfortune, of genocide, massacres, murders and rapes.
This world is dead to me if you're not.
I've become a slave to my darker instincts: hatred, anger, sadness.


I want to end my life now!


La gente se animaba conforme la canción avanzaba. También habían logrado ubicar el teclado que estaba situado en una plataforma encima del escenario, algo peligroso para el que lo tocaba.

La canción siguiente: Betrayed.


I could not save myself.
Betrayed by my own, thrown into the water that burns, which wrecked and burned my body, making my wings arap like old clothes.
Consumed and deformed, God of water rises and turns me into a different being.
Vampire in life, devouring souls in the other.
It gives me the opportunity to carry out my revenge.
To give punishment to my siblings.
An eye for an eye!

La gente se volvió loca, mientras el cantante volvió ronca su voz para dar paso a su última canción de aquella noche...

domingo, 25 de abril de 2010

Signos

Vuelvo a pediros perdón. Pues ahora escribiré un texto que no tiene que ver con el dios Sin, ni con el Dhampir Seventh Death.

En muchas culturas se dice que la gente encarna a un animal. Ahora voy hablar de tres signos de pertenecientes al zodiaco chino/japonés, el occidental y otro que no tienen ninguna pertenencia, ni si quiera se le considera signo o... que es otro que ya existe pero con otro nombre.

Los signos son: la serpiente, el escorpión y el lobo

La serpiente es fría, puede ser certera con sus movimientos, se mueve lentamente pero con elegancia, su siseo suena tranquilizador, pero su mordedura puede ser fatal. En conclusión: te puede ser sincera o traicionera cuando le convenga.

El escorpión: no es ni sincero ni mentiroso, no es vanidoso ni malvado. Se protege con su agijón venenoso de gran tamaño, normalmente suele ser traicionero, solamente para resolver sus asuntos o problemas, pero ante todo se protege, incluso con otros como él.

El lobo: un ser sociable pero peligroso, suele ser tolerante pero no demasiado y no da demasiadas oportunidades. Es un cazador y no deja de ir a por sus objetivos por muy mal que esté.


Hay más signos que me interesan, pero no los pondre aquí.
Todo esto que he escrito, lo he escrito porqué es lo que me parece, cada animal, me parece ese sus carácter. Y en cuestión el que no tiene pero a la vez si tiene sitio en uno de los zodiacos chino/japonés y occidental es la serpiente, y el lobo no se le menciona en ningún lado, pero creo que hay personas que encarnan ese tipo de carácter.

Aquí por hoy, he acabado

sábado, 24 de abril de 2010

Sin, Siglo XXI

Los blancos se habían asentado por lo que sería toda América, sobre todo al Norte, y en el Sur habían solamente colonias de mestizos, portugueses, españoles y franceses.

Las tribus nativas, las gentes de Sin, vivían ahora en reservas o sino entre los blancos. Ahora reinaba una paz provisional entre las gentes de Sin y la gente blanca de su hermano sin nombre.

Sin seguía combatiendo contra la raza blanca, liderando una rebelión de nativos. Que como conté en el primer capítulo: podían transformarse en cualquier animal que deseasen.



Sin, para ser un dios, había vivido entre mortales, generación trás generación, combatiendo, muriendo y renaciendo, ni su hermano o hermanas lo habían hecho, pero él lo hizo con gusto, para defender sus gentes.



Los blancos seguían llegando a América, no a la guerra, pero se habían metido en la boca del lobo, pues Sin y los suyos los cazaban, incluso en pleno siglo XXI, donde las tecnologías ya eran modernas y dejaron de ser tan toscas, donde ya había un orden preestablecido por la ley de los blancos.

Sin no sólo combatía a los blancos, había desarrollado una segunda personalidad o mejor dicho dos, la del mortal y la de la bestia. Combatía con odio hacia los blancos que oprimían a las otras razas. Pocos nativos quedaban, solamente algunos miles, y su rebelión estaba formada por doscientos hombres, nativos originales, sus hijos y los hijos de éstos se unirían a la rebelión, pues así lo habían jurado.

Ahora él y sus hombres se movían por las periferías de la ciudad de Nueva York y Manhattan. Él con su cuerpo de cuervo observaba desde las alturas de una farola la gran metrópoli. Oía los gritos de las víctimas de los incendios, de las peleas urbanas entre bandas y eso lo detestaba, acabaría con todo eso.

Sin, el verdadero cáracter de Sin, nunca habría permitido que el odio se apoderara de él, pero no era perfecto, aún ser el mismo un dios. El cuervo voló por la ciudad, por las calles, por encima de los tejados, comunicándose con otras aves como él o de otras especies, leyendo sus pensamientos, viendo por sus ojos. Y justamente, en una de las entradas del Central Park vió como un hombre de piel negra sufría una paliza por unos matones jóvenes, blancos.

El cuervo dió un rodeo, acercándose a los frondosos árboles. Allí pasó de forma de cuervo a la forma de un lobo de color pardo de gran tamaño. Corrió entre el follaje, y llegó demasiado tarde para salvar al hombre de piel negra, yacía muerto, mientras los blancos le registraban por si tenía algo de valor. El lobo se acercó más, hasta estar a la vista de los humanos, que al ver a tan gran animal salieron corriendo. Sin no quería vertir sangre en Central Park, no más... ni aunque fuera de sus enemigos. Tomó forma humana y... vió como el espíritu del hombre dejaba atrás al cuerpo.

El espíritu miró al piel roja, agradecido y murmuró: Gracias. Y como respuesta recibió un pensamiento de la mente de Sin: Descansa en paz, hermano.


jueves, 22 de abril de 2010

Sin, Primer Capítulo

Siento amiga mía cambiar de historia tan rápidamente, en vez de seguir la historia del ángel Gabriella y el demonio Nath'Rezil, porque esta vez he pensado una historia diferente.
Trata sobre algo sobrenatural como siempre, pero nada de demonios ni ángeles, o sí pero no de la misma manera que lo entendemos de la manera del cristianismo, sea católico o ortodoxo, nada de ese tipo de cosas. Esta vez nos trasladaremos a otra cultura que no es la occidental, sino la norteamerícana, sobre las tribus indias de las Américas como los Sioux, los Tlinglit, los Iroqués o los Haida, cazadores y pescadores de salmones y mamíferos acuáticos.


Antes de que el hombre blanco pisara tierra americana, las tribus vivían en paz entre ellas o sino, haciendo la guerra a su manera. Las tribus eran diferentes entre sí, no solo culturalmente, también en las creencias pero a la vez tenían mucho en común. Decían que un dios llamado Sin creó el mundo en forma de cuervo, pero antes de que hubiese luz, solamente había oscuridad y la luz de la Luna, la única luz que habían visto sus ojos mortales. Se preguntaban ansiosos:¿Cuándo llegará la luz del día?
Nadie supo cómo, pero Sin creó al Sol, hermano de la Luna, y les ordenó que girarán alrededor de la Tierra para dar más vida a su mundo y hacer felices a sus gentes. Aunque las tribus tenían diferentes nombres para sus dioses, Sin era el principal, o más bien, él era todos los dioses.

Pasaron siglos y las tribus se desarrollaron hasta la llegada del hombre blanco que no era conocido aquí por las tribus, pero sí por Sin. Eran de la misma especie pero de otra raza, y Sin pensó que los hermanos blancos de sus gentes habían llegado demasiado pronto a esas tierras, no es lo que tenía planeado. Luego los hermanos blancos hicieron masacres por el oro de las Naciones Precólombinas, como así llamaron a los Aztecas, Incas y Mayas. Muchos murieron, eso destrozó a Sin, maldijo a los hermanos blancos, pero a la vez una maldición vino de parte de los blancos, la Peste Negra entre ellas y la Viruela. Siglos más tarde Sin se fue recuperando al ver que el hombre blanco perdía poder, pero vio como más hombres blancos llegaban y con armas más avanzadas y más matanzas se llevaron a cabo.

Sin estaba más que desolado, así que decidió vivir entre los mortales, para combatir a los hombres blancos que para las tribus americanas eran unos bárbaros de oscura alma. Sin fue testigo de cada generación de índigenas y hombres blancos, y que había casos que cada raza lograba convivir en paz e incluso lograban tener hijos mestizos, eso alegró en parte a Sin, pero no le quitó el odio que latía en él. Al decidir vivir entre mortales, el moría y volvía a nacer, siempre como un mortal, aunque era un dios. Cuando se llevó a cabo una guerra civil entre los blancos, la llamada Guerra de Indepéndencia, los blancos volvieron su vista al Oeste y al Norte, donde aun había tribus y tierras desconocidas. Sin siguió combatiendo contra la plaga, pero él no había creado a los hombres blancos, él había creado el mundo y a sus gentes, menos a los hombres blancos, ellos fueron creados por el hermano de Sin, el cual no tenía nombre. En realidad, en el mundo había cuatro dioses, Sin era el hermano mayor y su reino eran las Américas, el hermano contrario a Sin, el creador del hombre blanco, reinaba en Europa y África, después los dos hermanos tenían una hermana menor, llamada Leily que su poder residía en Asia y la pequeña Austrial que reinaba en la gran isla llamada casi por su nombre, Australia.

Sin hacía tiempo que no veía a sus hermanos, pero se vé que el hermano menor después de Sin, el creador del hombre blanco, le había declarado la guerra, la cual Sin perdió más o menos, perdió terreno, pero no a sus gentes... Pero quedaban muy pocos de cada tribu, los cuáles ahora vivían en reservas delimitadas por los Estados Norteamericanos. Sin se llenó de un gran odio hacia su hermano menor y su raza de indeseables. Seguía combatiendo y renaciendo, así siempre.

Ahora, dejemos la historia del mundo de Sin durante un rato, pues hay algo que quiero explicaros. Todo ser vivo, fuese animal o planta tenía espíritu, y los índigenas tenían el poder de convertirse en el animal que deseasen, cosa que habían hecho siempre.


miércoles, 21 de abril de 2010

¿Pensabas que estabas sola en la villa?

Ahora dejaré aparte la historia del Dhampir: Seventh Death, por otra historia que me pidió una amiga que siguiera. Pero tranquilos, Seventh Death volverá...

Le había dicho mi nombre: Nath' Rezil. Suerte que ninguno de mi especie nos vió. A mí, un demonio con un ángel, hablando como si nada. Ella y ningún ángel comprenden la lengua de los demonios.
Le había murmurado a los oídos: Nath' Rezil cormalair, que en lengua humana sería: Soy Nath' Rezil.

Ella no me había dicho su nombre verdadero, no, me había dicho su nombre humano y con eso me bastaba. Aún recuerdo su verdadera forma: sus alas de plumas blancas, perfectas, detalladas y frágiles, su cabello rubio pasando al plateado, sus ojos oscuros pasando al color azul flojo casi blanco.
Ahora me encontraba en una villa, rodeada de antiguas murallas que pertencieron a la Edad Media, como la llaman los humanos, esa villa se encontraba cerca de la ciudad llamada La Toscana, en Italia. Antes, en los primeros encuentros con Gabriella, fueron en Madrid.
La había seguido, y ella no se había dado cuenta, creo. Ella era unos cien o doscientos años más joven que yo, así que yo tenía mis ases en la manga para ocultarme mejor, sobre todo en mí forma humana. Y no pensaba enseñarselos a ella, porque no quiero que me haga esta jugarreta que le haré yo, aunque tarde o temprano me detectará.
Yo estaba en un tejado de un antiguo palacete, que ahora era como un pequeño hotel con sus habitaciones repartidas en tres pisos, sus cafeterías y salas de ordenadores. Ella estaba por supuestamente en uno de los cafés que estaban fuera del recinto del palacete. Sí, la vista de los demonios era bastante lejana. El tiempo que hacía era frío, al menos para un humano, porqué yo no podía notarlo, bueno, lo notaba, pero no me afectaba, ni a mí, ni a ningún demonio o ángel.
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El ángel con su forma humana, iba abrigada con una bufanda, pero iba como casi con ropa bastante ligera, casi como para verano y en realidad faltaba poco para esa estación.
Estaba nerviosa, se sentía observada y aunque un humano la observase no la pondría nerviosa, no, era algo con vida eterna, otro ángel tal vez, su percepción no era muy buena, ya que era ún ángel bastante joven, mil doscientos años tenía, pero debería saber si aquella amenaza era ángelical o demoníaca, pero no acababa de ubicarla. Era la misma sensación que tuvo cuando estuvo con él, en aquella plaza de Madrid, con el demonio llamado: Alexander.
-¿Será él? -se preguntó, en voz baja a ella misma.- No, no puede ser. ¿Por qué mostrar tanto interés por mí? Soy su enemiga...
Estaba confusa. Se puso de pie de rápidamente y miró a su alrededor de nuevo. Alguien se acercaba, podía olerlo, notarlo y al final ubicó la posición de quien la observaba.
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Me había bajado del tejado del palacete y me dirigí a uno de los oscuros callejones de la villa, cerca del palacete, cerca del café, donde la tenía a la vista, allí seguramente ya me habría detectado e incluso visto.
Iba vestido con mis habituales tejanos caídos y una sudadera negra bastante ancha, y estaba claro que estaba con la capucha puesta. Para que ella pudiera ver mis ojos verdes, hasta que los puse del color rojo intenso, rojo sangre.
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Lo vió, era un demonio que se acercaba a ella. Vestido con unos tejanos caídos rasgados y una sudadera negra ancha, tenía puesta la capucha, con lo que no podía verle la cara, pero sí los ojos rojo sangre y llevaba una espada detrás de su espalda, dentro de la vaina.
No puede ser, pensó ella, sorprendida.
Él caminaba lentamente hacia ella, sin prisa, pero tardó poco en llegar hasta su destino. Cuando llegó se quitó la capucha. Sus sospechas eran correctas, era él. Sólo había una diferencia, su pelo era más largo, y peinado hacia atrás.
-Hola, pequeña -saludó él, riéndose.

jueves, 15 de abril de 2010

Seventh Death, liberación

El despacho estaba inmaculado pero bastante oscuro. Varias velas iluminaban los cuadros de ángeles que había colgados en la pared. La estancia era grande de por sí, contaba con una gran mesa y con un escritorio más allá, en un sillón trás el escritorio se hallaba un hombre viejo pero de gran tamaño, tenía arrugas en la frente y en las comisuras de la boca, no solía tener arrugas, y eso quería decir que era una mala señal, que algo malo había pasado.

Delante del hombre había una mujer rubia, baja, bastante baja comparada con él. Vestía como una colegiala pero en versión prostituta y en la oreja llevaba un comunicador por radio. Al parecer, alguien esperaba órdenes.

El hombre se levantó y habló débilmente, pues ya era bastante viejo.

-¿Qué personal tenemos disponible ahora mismo, Slania?

La mujer con pinta de colegiala-prostituta tardó en contestar. Habló en voz baja varias veces, repitiendo: Negativo.
Miró cara a cara al hombre sentado en el sillón.
-No tenemos personal disponible, señor. Nadie, excepto a Seven Death...
-Hum. La Séptima Muerte solamente.
Se meció el bigote gris, pensando en si era buena idea enviar a aquel agente tan imprevisible y el más peligroso.
Tras pasar cinco minutos exactos se decidió. Habría que correr el riesgo de liberar a Seven Death.




En las catacumbas, varios pisos más abajo del despacho estaba él. En una celda, donde los barrotes estaban electrificados y eso le debilitaba bastante si los tocaba.
Parecía a simple vista un joven de veinte años y en realidad tenía ciento veinte. Tenía una cicatriz en el ojo que le atravesaba de lado a lado, iba rapado como los militares, su boca estaba abierta y dejaba ver unos dientes blancos con unos colmillos ligeramente largos. Era delgado pero alto, con brazos y piernas flacas pero con un poco de músculo. Una persona normal se pensaría que sería un enclenque en velocidades, pero quien llegase a pensar eso, estaba realmente equivocado. Tenía una rara enfermedad en los ojos, que le hacía tener los ojos de diferente color. Uno era de color rojo y otro azul que brillaban en la oscuridad de las catacumbas, donde oscuros seres también estaban encerrados.

De pronto, en el pasillo de su celda se abrió una puerta, dejando pasar una luz que le cegaba un poco, pero sabía por el olor que saldría de aquel agujero pronto. Una silueta mediana de una mujer que vestía como una colegiala se acercaba a su celda. Varios monstruos gruñeron al ver acercarse a la humana, considerándola una presa. Unos pasos más y la mujer ya estaba en frente de él.
-Hola, Slania. ¿Ya has acabado de lamerle el culo al seboso? -preguntó el chico, el agente Seventh Death, sonríendo. El agente encerrado se rió de su propia pregunta.
La humana por su parte, lo ignoró. Apretó un código, desactivando los barrotes electrificados.
-Vaya, gracias -se alegró él.- ¿A quién hay que matar, Slania?
Ella le abrió la puerta y lo miro asqueada y disgustada, no le gustaba el agente Seventh Death por ser lo que era, por ser algo a lo que combatían y no respondió a su pregunta.
-Vaya, sigues igual de sosa que siempre -dijo Seventh Death.
Ella caminaba rápido y él... bastante lento, estaba débil y necesitaba su suero de sangre, sino no tardaría en alimentarse por su cuenta.
Salieron de las catacumbas, y caminaron por pasillos de color gris, donde el suelo era totalmente blanco, pero con algo de polvo. También subieron escaleras y esto supuso un gran reto para Seventh Death pero la humana hizo caso omiso.
Cada vez él notaba la sed, no era el mismo tipo de sed que sus congéneres de pura raza, pero sí con un poco de la misma fuerza e intensidad. Las escaleras se le hicieron eternas, y encima se mareaba porque eran en forma de caracol, era un edificio construido bajo tierra y en la superficie, donde a estas horas era de noche. Slania, la humana, era la encargada de darle su suero, pero si no se lo daba, él acabaría con ella... y transformándola en algo que ella odiaba en lo más profundo de su alma. Sonrió ante la idea.

Cuando se acabaron las escaleras de caracol, pasaron por pasillos alfombrados, con alfombras árabes de todos los colores posibles. Más allá había una puerta doble, donde estaba el Director o como le llamaba Seventh Death: El Seboso.
Slania abrió la puerta, dejando pasar primero al lento y sediento agente. La visión nocturna de éste se acostumbró a la luz de las velas, dejando pasar los colores rojos de sus ojos de la infravisión, al modo normal, el rojo y el azul.
-Hola, Séptima Muerte -saludó el anciano del sillón, débilmente.
Seventh Death no dijo nada, no respetaba al Director, ni a ninguno de los otros agentes de la corporación, ya que él era el único agente al que encarcelaban tras una misión. No tenía el libre albedrío por su naturaleza.
-Sé que deseas el suero, pero antes de eso quiero que cumplas una nueva misión -adivinó y sugirió el anciano.
-¡Si quieres vivir más te vale que me lo des ya! ¡No sé cuando podré aguantar la maldita sed!-gritó el sediento agente.
-¿Cuánto hace que no te dan el suero, hijo? -preguntó el anciano.
Sevent Death rió al oir eso, esa manera en que lo llamaba.
-No lo sé, Seboso. Al parecer tu prostituta me odia tanto que desea verme muerto -respondió, sonríendo maliciosamente. Quería alterar a Slania.
Pero ella ya estaba tan acostumbrada a sus insultos que ni se inmutó, pero eso ya era pasarse de la raya, así que desenfundó una pistola debajo de su falda de colegiala y apuntó a la cabeza de Sevent Death. Pero él fue más rápido, se apartó y le inmovolizó los brazos, luego las piernas cruzandolas con las suyas propias.
-Estaré débil, pero NUNCA... y repito NUNCA... subestimes a un Dhampir como yo. Porque puedo matarte y beber de ti hasta la muerte o hasta convertirte en aquello que tanto odias -amenazó él.
Ella como respuesta no se resistió más, había perdido ésta vez.
El Director sabía que pasaría aquéllo, así que mientras el agente amenazaba a Slania, sacó una pistola con un suero de sangre y disparó a la espalda del Dhampir. Era viejo, pero había combatido a los Dhampirs y vampiros desde hace más de sesenta años.
Seventh Death, al notar el impacto del tranquilizante suero de sangre, vió como lentamente recobraba su poderes y soltó a Slania, tirándola al suelo.
-Gracias -agradeció el Dhampir.- Aunque me apetecía incarle el colmillo.
¿Cuánto hacía que no se alimentaba en condiciones?

miércoles, 14 de abril de 2010

Código: El fantasma

Por una decisión dejé morir a todo mi pelotón. Cincuenta hombres y mujeres dispuestos a sacrificarse por su patria, pero esta vez los sacrifiqué yo, por el bien de un bien mayor.

Me llaman: El Fantasma. Porque no siento nada, los sentimientos me traspasan el alma como si de una aguja atravesara la ropa, como si se tratase de eso.

Recuerdo como una mujer de mi pelotón me dijo: Se fuerte, si no es por ti, hazlo por nosotros, intenta ser humano, así... tal vez... dejes de ser un Fantasma...
Y así murió, esas fueron sus últimas palabras que me calaron hondo, en mi corazón.

Desde entonces, ando meditabundo, pensando en qué podría hacer para dejar de ser El Fantasma.

Y en una batalla reciente, en el frente, nos dieron órdenes de retirada total.
Pero yo me quedé, defendí a todo marine para que pudieran volver a casa.


Después un disparo en la pierna me alcanzó, luego uno en el brazo y consigo al pecho. No morí al instante, ya que me remataron al llegar las tropas enemigas.
Cuando llegaron, recordé las palabras de aquella marine y sonreí.
Dejé de ser El Fantasma...

martes, 13 de abril de 2010

El duelo del Inquisidor

Tras entrar en la casa y ver el cadáver de Rho en el pasillo, se me herizó la espalda, tras registrar la casa en busca de más cuerpos, encontré el cuerpo de mi amada, mi esposa Han. Me acerqué al cuerpo sangrante, le cerré los ojos que miraban al vacío y grité de rabia, tristeza, furia. Algo que nunca experimenté.

Me llaman Inquisidor, porque era quien organizaba las tropas de mi raza, quien cazaba a los herejes, y ahora... Los míos ya no combaten por honor, sino por poder, y dicen que soy un demonio.

Matando a Rho y Han, me habían desafíado públicamente y ahora tocaba jugar mis cartas. Acudiría a su llamada, a la llamada del duelo del Gran General.

Cuando llegué a la plaza pública él estaba allí, y no solamente él, sino todo mi pueblo. Mi linaje había caído, sólo me quedaba el rango de Inquisidor.

Me acerqué más al Gran General, que iba armado con su gran espada de hierro, en cambio... yo llevaba una espada energética nada más. Corrí hacia el y me desgarró la armadura y un chorro de sangre brotó de la brecha, demasiada sangre como para seguir vivo, pero en ese ataque, yo logré clavarle la espada energética en los intestinos. Mi enemigo había caído, y yo tambíen caí al suelo, perdiéndo la consciencia. Pero antes de eso, me vinieron recuerdos de los avisos de Rho y las risas de Han.

Así morí, iba a reunirme con los míos, y los había vengado.

Loki y Odín

Loki observa desde los oscuros palacios de Jotunheim, hogar de gigantes, a su hijo Fenrir condenado y atado a merced de los otros dioses nórdicos.
Esto no le gusta nada, que uno de sus hijos haya sido condenado, y su hermano Jormundgander, una serpiente que nada en los mares del Báltico y del mundo, más bien rodea el mundo, también haya sido condenado por la eternidad vivir en los mares y no vivir en tierra.

Por suerte, el lobo Fenrir le dió dos nietos, dos lobos jóvenes llamados Hati y Sköll, que perseguían a los dioses del Sol y la Luna para devorarlos.

Cuando pasara eso se llevaría a cabo el Ragnarok, el Fin de los Dioses.

Loki, dios de las mentiras, el mal y el fuego preparaba a sus huestes de gigantes contra los palacios de Asgard, hogar de Odín, padre de todos los dioses. Y Odín preparaba a los Heinheriar, los guerreros caídos y traídos a Asgard por las valkirias.


Con todo esto, con la llegada del Ragnarok, se decidiría el destino de los dioses, el hombre y el mundo

sábado, 10 de abril de 2010

Cadenas

Pasan los meses y mis cadenas son cada vez más pesadas. Pasan los años y en mi interior no envejezco. Soy eternamente joven, pero para mal.

No desarrollo las facultades que tendría que tener en la edad adulta. Es como si... no evolucionase.
¿Será que no querré evolucionar o que es tan profundo el dolor que me hicieron que instintivamente hago un muro a mi alrededor? Quisiera saber la respuesta.

Sé que tengo salidas de estas cadenas que me atan, pero nada más mirar esas salidas retrocedo, asustado y temblando.

Me río de mí mismo.

Soy como Fenrir: un gran lobo de la mitología nórdica, hijo del Loki y una hembra de los gigantes, pero éste cayó por su orgullo, se pensaba que podía romper todas las cadenas que le atasen, pero los dioses nórdicos le engañaron.

Yo no caí por orgullo, sino por miedo a todo...

Esto es otro lamento más de un pesimista...

domingo, 4 de abril de 2010

El cazador de la oscuridad y la caminante de los sueños

Un vano sueño.
No quiero que vengas aquí, pues solamente te esperarán penurias.
Una vida de dolor y rechazo a uno mismo. ¿Eso es lo que quieres?

No me busques caminante de los sueños, pues no encontrarás las huellas de este cazador.
No puedo guíarte por un sitio que no llegarías a comprender. Porque si no me comprendes a mí, que supuestamente sería tu tutor, no comprenderías ni entenderías este mundo de oscuridad.

Un mundo donde los demonios acechan para hacerte cualquier cosa. Y hay muchos, caminante de los sueños... Deja de seguirme en la oscuridad, con esa luz tuya. Pues atraes a todo peligro que haya alrededor y no puedo protegerte de todo peligro. A muchos he perdido y así me hice cazador.

No creo que quieras pasar por mi experiencias, y sin embargo dices que te resulta atractivo este mundo de negrura.

Por última vez, vete. Tú corazón latente atrae a todo ser de mal y nos pones en peligro a los dos.

Vuelve a la vida de los sueños de la luz, caminante...

Aquí nos despedimos.

Vuelve al hogar

Vuelve al hogar,
mi corazón.
Vuelve al hogar,
a nuestros montes.
Vuelve al hogar,
en las llanuras que perteneces.

¿Adónde os guiaron nuestros conquistadores?
¿Cuándo volveréis? ¿Cuántos volveréis?

Vuelve al hogar,
mi corazón.
Vuelve al hogar,
a nuestros montes.
Vuelve al hogar,
a las llanuras que perteneces.

Todo tu pueblo ansioso espera, hasta que algún día al fin regreses...

viernes, 2 de abril de 2010

Teoría del Caos. Capítulos I y II

Capítulo I

Sobrevivo como puedo, sin lujos, sin amistades.
Andando por el andamio voy.

Alcanzarte sería tan difícil,
tanto deseo por cogerte de la mano,
por darte un simple abarazo.

¿Qué es vivir?
¿Qué es vivir?
¿Quién elige morir?
¿Quién elige morir?

Dicen que vivir es más que sobrevivir: es evolucionar y desarrollar diferentes facultades de uno mismo.

¿Qué me lo impide? ¿Mis pensamientos? ¿Mí forma de ser?

No lo sé y no tengo respuesta a tanta pregunta.
Yo no vivo, ni evoluciono ni desarrollo nada.

Pertenezco a una raza ya extinta.
Qué difícil sería coger la mano que me ofreces.

¿Qué provocó nuestra extinción?
Sigo sin poder cambiar.
¿Será que no podré o que no querré?

Esto es un caos que provocamos nosotros mismos,
cada uno de nosotros.

Lilac es mi nombre y escribo mis últimas palabras de la raza ya extinta.
La raza a la que pertenezco; ¿dónde estará el cielo de mi raza? Si es que hay tal cosa...


Capítulo II

Con el paso de los años he logrado saber el por qué de nuestra extinción.
Los seres más complejos físicamente al entorno podrían sobrevivir, pero ¿podrían aceptar el cambio a sus vidas para vivir otra totalmente diferente?

Eso nos llevó a la extinción.
Es lo que se llama teoría del caos.

QUÉ DIFÍCIL ES SABER EL POR QUÉ NO PUEDO ALCANZARTE.

Nosotros no quisimos cambiar y eso nos llevó a la extinción,
no evolucionamos.
Yo voy por el mismo camino, no cambiaré, moriré y será la perfecta extinción.

La verdadera extinción de nuestra raza.

¡NO HAY SALVACIÓN, ESTO ES LA TEORÍA DEL CAOS!