miércoles, 21 de abril de 2010

¿Pensabas que estabas sola en la villa?

Ahora dejaré aparte la historia del Dhampir: Seventh Death, por otra historia que me pidió una amiga que siguiera. Pero tranquilos, Seventh Death volverá...

Le había dicho mi nombre: Nath' Rezil. Suerte que ninguno de mi especie nos vió. A mí, un demonio con un ángel, hablando como si nada. Ella y ningún ángel comprenden la lengua de los demonios.
Le había murmurado a los oídos: Nath' Rezil cormalair, que en lengua humana sería: Soy Nath' Rezil.

Ella no me había dicho su nombre verdadero, no, me había dicho su nombre humano y con eso me bastaba. Aún recuerdo su verdadera forma: sus alas de plumas blancas, perfectas, detalladas y frágiles, su cabello rubio pasando al plateado, sus ojos oscuros pasando al color azul flojo casi blanco.
Ahora me encontraba en una villa, rodeada de antiguas murallas que pertencieron a la Edad Media, como la llaman los humanos, esa villa se encontraba cerca de la ciudad llamada La Toscana, en Italia. Antes, en los primeros encuentros con Gabriella, fueron en Madrid.
La había seguido, y ella no se había dado cuenta, creo. Ella era unos cien o doscientos años más joven que yo, así que yo tenía mis ases en la manga para ocultarme mejor, sobre todo en mí forma humana. Y no pensaba enseñarselos a ella, porque no quiero que me haga esta jugarreta que le haré yo, aunque tarde o temprano me detectará.
Yo estaba en un tejado de un antiguo palacete, que ahora era como un pequeño hotel con sus habitaciones repartidas en tres pisos, sus cafeterías y salas de ordenadores. Ella estaba por supuestamente en uno de los cafés que estaban fuera del recinto del palacete. Sí, la vista de los demonios era bastante lejana. El tiempo que hacía era frío, al menos para un humano, porqué yo no podía notarlo, bueno, lo notaba, pero no me afectaba, ni a mí, ni a ningún demonio o ángel.
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El ángel con su forma humana, iba abrigada con una bufanda, pero iba como casi con ropa bastante ligera, casi como para verano y en realidad faltaba poco para esa estación.
Estaba nerviosa, se sentía observada y aunque un humano la observase no la pondría nerviosa, no, era algo con vida eterna, otro ángel tal vez, su percepción no era muy buena, ya que era ún ángel bastante joven, mil doscientos años tenía, pero debería saber si aquella amenaza era ángelical o demoníaca, pero no acababa de ubicarla. Era la misma sensación que tuvo cuando estuvo con él, en aquella plaza de Madrid, con el demonio llamado: Alexander.
-¿Será él? -se preguntó, en voz baja a ella misma.- No, no puede ser. ¿Por qué mostrar tanto interés por mí? Soy su enemiga...
Estaba confusa. Se puso de pie de rápidamente y miró a su alrededor de nuevo. Alguien se acercaba, podía olerlo, notarlo y al final ubicó la posición de quien la observaba.
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Me había bajado del tejado del palacete y me dirigí a uno de los oscuros callejones de la villa, cerca del palacete, cerca del café, donde la tenía a la vista, allí seguramente ya me habría detectado e incluso visto.
Iba vestido con mis habituales tejanos caídos y una sudadera negra bastante ancha, y estaba claro que estaba con la capucha puesta. Para que ella pudiera ver mis ojos verdes, hasta que los puse del color rojo intenso, rojo sangre.
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Lo vió, era un demonio que se acercaba a ella. Vestido con unos tejanos caídos rasgados y una sudadera negra ancha, tenía puesta la capucha, con lo que no podía verle la cara, pero sí los ojos rojo sangre y llevaba una espada detrás de su espalda, dentro de la vaina.
No puede ser, pensó ella, sorprendida.
Él caminaba lentamente hacia ella, sin prisa, pero tardó poco en llegar hasta su destino. Cuando llegó se quitó la capucha. Sus sospechas eran correctas, era él. Sólo había una diferencia, su pelo era más largo, y peinado hacia atrás.
-Hola, pequeña -saludó él, riéndose.

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