sábado, 24 de abril de 2010

Sin, Siglo XXI

Los blancos se habían asentado por lo que sería toda América, sobre todo al Norte, y en el Sur habían solamente colonias de mestizos, portugueses, españoles y franceses.

Las tribus nativas, las gentes de Sin, vivían ahora en reservas o sino entre los blancos. Ahora reinaba una paz provisional entre las gentes de Sin y la gente blanca de su hermano sin nombre.

Sin seguía combatiendo contra la raza blanca, liderando una rebelión de nativos. Que como conté en el primer capítulo: podían transformarse en cualquier animal que deseasen.



Sin, para ser un dios, había vivido entre mortales, generación trás generación, combatiendo, muriendo y renaciendo, ni su hermano o hermanas lo habían hecho, pero él lo hizo con gusto, para defender sus gentes.



Los blancos seguían llegando a América, no a la guerra, pero se habían metido en la boca del lobo, pues Sin y los suyos los cazaban, incluso en pleno siglo XXI, donde las tecnologías ya eran modernas y dejaron de ser tan toscas, donde ya había un orden preestablecido por la ley de los blancos.

Sin no sólo combatía a los blancos, había desarrollado una segunda personalidad o mejor dicho dos, la del mortal y la de la bestia. Combatía con odio hacia los blancos que oprimían a las otras razas. Pocos nativos quedaban, solamente algunos miles, y su rebelión estaba formada por doscientos hombres, nativos originales, sus hijos y los hijos de éstos se unirían a la rebelión, pues así lo habían jurado.

Ahora él y sus hombres se movían por las periferías de la ciudad de Nueva York y Manhattan. Él con su cuerpo de cuervo observaba desde las alturas de una farola la gran metrópoli. Oía los gritos de las víctimas de los incendios, de las peleas urbanas entre bandas y eso lo detestaba, acabaría con todo eso.

Sin, el verdadero cáracter de Sin, nunca habría permitido que el odio se apoderara de él, pero no era perfecto, aún ser el mismo un dios. El cuervo voló por la ciudad, por las calles, por encima de los tejados, comunicándose con otras aves como él o de otras especies, leyendo sus pensamientos, viendo por sus ojos. Y justamente, en una de las entradas del Central Park vió como un hombre de piel negra sufría una paliza por unos matones jóvenes, blancos.

El cuervo dió un rodeo, acercándose a los frondosos árboles. Allí pasó de forma de cuervo a la forma de un lobo de color pardo de gran tamaño. Corrió entre el follaje, y llegó demasiado tarde para salvar al hombre de piel negra, yacía muerto, mientras los blancos le registraban por si tenía algo de valor. El lobo se acercó más, hasta estar a la vista de los humanos, que al ver a tan gran animal salieron corriendo. Sin no quería vertir sangre en Central Park, no más... ni aunque fuera de sus enemigos. Tomó forma humana y... vió como el espíritu del hombre dejaba atrás al cuerpo.

El espíritu miró al piel roja, agradecido y murmuró: Gracias. Y como respuesta recibió un pensamiento de la mente de Sin: Descansa en paz, hermano.


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