miércoles, 5 de enero de 2011

¿Qué color quiere para la pared? Rojo sangre

-Mí objetivo es destruirme. Esa es mí vida. Es todo lo que me queda. Huye.
-No.
-¿Por qué? No te he prestado atención, no cuidé de ti, no luché ni lucharé por ti. ¿Por qué quedarse cuando hasta todo mí ser está maldito?
-¿Aún no te has dado cuenta?
-No tengo que darme cuenta de nada. Cuando me conociste yo era alguien y ahora no soy nada. Todo se ha vuelto como coger agua con las manos. Que se desliza por los espacios y huye. Todo está fuera de mí alcance.
-Yo no.
-¿Cómo que tú no? No, no tienes que hacer esto, no tienes que sentir nada hacia mi. Huye de una vez. No me obligues a hacerte daño...

Pegué un puñetazo a la pared, a la derecha de su cabeza. Vi su cara y había miedo, incomprensión, tristeza y dolor. Un dolor que tardaría en sanar. Yo mismo lo sabía, pero no tiene que estar conmigo. Lágrimas salieron de sus ojos y le grité que se fuera de una vez. Se fue con la mirada baja.
Cuando se marchó, lloré. Pero no por mi. Porque ella encontraría algo mejor, mucho mejor que yo, otra vida fuera de este páramo helado. Lloré y con su ida mi vida se quedó vacía. Me convertí en un ser sin razón de existir, sin ganas ni sentimientos por nada. Me convertí en alguien despreciable y cada noche recuerdo y lloró...

1 comentario: