viernes, 10 de septiembre de 2010

Winter


La cueva se ramificaba por las entrañas de la montaña y el acceso a ella, era un túnel demasiado grande como para haber sido algo natural: había sido ensanchado y justamente donde ya no había techo dejaba unas cuantas rocas a la vista, rotas, como si algo de una fuerza extraordinaria hubiera dado golpes a la mismísima roca de la montaña, haciendo una entrada como para que aquella cosa pudiera entrar.


Fuera de la oscura caverna nevaba, y una fría noche llegaba y acababa con el día, la luna iluminaba la zona de hierba delante de la entrada y unos ojos brillaban desde ella. Unos ojos azules que venían de un simple disfraz de un ser más grande. El paso lento del dueño de los ojos se hizo lento, o eso le pareció, porque con esa forma se sentía débil. Era un cuerpo tan pequeño comparado con el de su verdadera forma. Avanzó aún más lento cuando los copos de nieve caían sobre él y se derretían. El frío afectaba aquel cuerpo humano pero, sus ojos se posaron primero en la luna, luego en los árboles y después los cerró, dando paso a imágenes en su mente.


Unos recuerdos de un pasado glorioso para él, y ahora el presente e incluso el futuro eran algo vacío, carente de sentido. Así que dejó paso a su verdadero forma: haciendo desaparecer el cuerpo humano, un gran cuerpo de escamas plateadas apareció, el cuerpo de un dragón.

Desplegó las alas, alzó el cuello y miraba todo lo que había alrededor. Aquellos ojos seguían siendo azules, pero su mirada se volvió todo furia, haciendo acopio de su propio aliento de fuego, sopló su llamarada a su alrededor, quemándolo todo, derritiendo la nieve cercana y la que aún no había caído...


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