viernes, 24 de febrero de 2012

El doble filo de la narración

La inmortalidad sirve de bien poco cuando eres un ser más sanguinario que la propia guerra a la que juegan los mortales. Yo estoy aquí y seguiré aquí... cientos de años después. Pero como ya he dicho, la inmortalidad sirve de poco.

-¿Por qué serviría de poco si tendrías todo el tiempo del mundo?

Porque estás completamente solo, Nicolás. Nadie que haya conocido a vivido varios miles de años y yo ya he vivido uno y estoy cansado. Aún así tengo una sola cosa por hacer. Una en la que llevo indagando durante siglos, por alguien que tal vez ya no exista, ya no me reconozca o se haya vuelto loca por la sed...

-¿De quién hablas, amigo?

Hablo de la caprichosa y egoísta de ojos verdes: Ana. Su sonrisa podría haber hecho que mi corazón hubiera intentado latir de nuevo.

Ella dictaba las reglas y yo las seguía... Nunca paró hasta que me tuvo por fin, y lo logró. Siempre me ganaba y aún así, decía que yo era mejor que ella... Jamás entendí eso, pero al final todo acabó cuando nos descubrieron...

-¿Os descubrieron?

Sí... Sabía borrar sus huellas muy bien, pero siempre hay alguien que delata, alguien cercano que traiciona. Mi hermano, al que quemé en su casa con mi propia familia.

Me arrebataron de mis brazos lo que más llegué a querer, y en cambio, a mi me querían dejar vivo en ésta vida, sin querer liberar mi alma de mi oscura maldición. Por suerte, descubrí que una bruja anciana, protegió a Ana, por el pago de que yo fuera su esclavo durante lo que ella viviera.

Aún sigue viva, y ella sigue encerrada, hambrienta, sola y sucia en un mundo oscuro... como se ha vuelto el mío sin ella.

-¿Por qué aquélla mujer hizo eso para ti?

Por poder. ¿Qué mortal ha logrado tener a un inmortal a su servicio como un vulgar esclavo? Errado fue mi nacimiento, erradas fueron mis decisiones y errado fue mi destino. Pero yo mismo lo elegí así y ahora no puedo cambiarlo.

El precio no era alto, ya que sin ella, pierdo el sentido del existir, del hoy y del ayer, como del mañana. Nada me importa, y mataré a mi ama. Porque ya conseguí la llave de la tumba.

-¿Tumba?

Sí.

-No me has dicho nada de ninguna tumba, amigo mío.

Lo sé. Te cuento la historia pero no me andaré por caminos que tu mente mortal entiende de sobra...

Sólo has de poder cambiar tu manera de ser, imaginar que no eres un ser humano, si no algo más oscuro y poderoso. No creo que tú o alguno de los tuyos pueda entenderme... porque después de todo yo no soy humano.

-Pero sientes cosas humanas, ¿verdad?

No, pero sí puede parecerse, pero cuando pasamos la transición, dejamos de ser lo que éramos. Para algunos es mejor así y para otro no. Y yo no estoy en ninguno de esos bandos, porque ya me da igual que es mejor para mí. Porque solamente ella llenó el vacío de mi corazón inerte y la que veía cómo mi sueño diurno se volvía pesadillas del pasado, cuando yo era como tú.

Me ayudó a dejarlos atrás y ahora... estoy peor de cuando era mortal.

Por eso, Nicolás. Tú me ayudarás a matar a mi ama humana.

-¡¿Cómo?!

Lo que has oído... Ya te dije una vez, cuando te conocí, que los mortales no están seguros con los inmortales. Ahora tú serás mi arma, mi oídos y mis ojos contra la hechicera... 

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