lunes, 22 de noviembre de 2010

Alas caídas

-¿Por qué siempre veo tus ojos brillando?-preguntó ella, curiosa.
-No sé a qué te refieres -contestó él, con una medio sonrisa y evitando la mirada de ella.
-Sí, lo sabes -contraatacó ella-. Los veo siempre inquisitivos, fríos y decididos.
No contestó pero, estaba pensando en la respuesta adecuada pero evasiva o tal vez algo enigmático. Ella se le adelantó.
-Cuando estás solo estás diferente, tus ojos no tienen ese brillo, no tienen interés por nada de alrededor y miras embobado a ninguna parte, pareces melancólico.
-¿Tanto te intereso que me observas de ese modo?-preguntó él, sin coquetear, sin tontear, era una pregunta fría.
Ella no pudo contestar, la pregunta le pareció cortante y él parecía molesto y ella sin saber el por qué. Él le acarició su cabello negro lentamente y con un cariño que no mostraba jamás, y sin saber cómo después la despeinó y se alejó de ella.

Se había sonrojado en el acto en que él hizo eso, nunca la había tocado, ni abrazado, siempre mantenía las distancias y ahora eso...
Es diferente, pensó ella, con una sonrisa cálida que ni ella supo qué significado tendría.
Aquella noche tuvo un sueño, estaba ella sola en una oscuridad infinita y sentía que iba a caer y que estaba sola. Pronto apareció él, de una forma que le costó reconocerlo. Iba con la ropa de siempre, negro y gris. Sus ojos normalmente eran azules pero, ahí eran de color rojo, como la sangre y no solamente eso: unas alas rasgadas salían de su espalda. Le tendía una de sus manos. Y así acabó.

Se levantó sobre saltada en su dormitorio de la academia, sudorosa. No le hizo gracia aquella horrible imagen de él.
Él no es así, es imposible..., pensó, mientras iba a las duchas. Miró el reloj del pasillo, frente a la puerta del dormitorio y aún faltaban dos horas para las nueve en punto de la mañana, cuando empezaba el horario de la academia. Tenía tiempo de sobra para una ducha con agua fría y poder estudiar o escribir en su diario.
Después de la ducha, secarse el pelo y vestirse con el uniforme blanco de la academia, se dispuso a escribir en el diario, en vez de estudiar.

Querido diario:

Sólo llevo tres meses en este sitio y no tengo muchos amigos. Hay una chica que se llama Amy Ashford, es simpática y sincera conmigo pero, también resulta misteriosa como todos los alumnos de esta academia. Pero el más misterioso de todos es un chico de mi curso, que nuestros encuentros siempre son esporádicos y breves, no sé su apellido pero, al menos... sé su nombre. Matt. No sé si es amigo mío o algo relacionado a mí, pues pocas veces dice cosas de él y a veces es frío, demasiado frío y cortante, tambíen parece mayor que yo por su manera de ser...

Siguió escribiendo sobre Matt, luego sobre el poco trabajo de la academia, y esperaba que éste aumentara a lo largo del curso.
Sonó la gran campana del campanario. Antiguamente la academia antes de ser lo que era hoy, era un monasterio, las partes de los dormitorios eran de la parte antigua, pues éste había sido ampliado con nuevas zonas.
Estaba lista, el pelo lo llevaba recogido con una cola de caballo, cogió el lápiz y salió del dormitorio, siguiendo a la marea de chicas que se dirigían a sus clases...

1 comentario: