viernes, 19 de noviembre de 2010

Derecho del incompleto

No era la Tierra pero, sí el Infierno. El bosque estaba marchito, no había ningún olor y, sin embargo, había esqueletos incompletos. Cadáveres de mortales, víctimas de criaturas demoníacas de todos los tipos, racionales e irracionales que saciaban su apetito con sangre y muerte. Los troncos de los árboles eran del color negro al gris, sin hojas.



Desde una distancia en lo alto, él caía, sin prisa, sin sobresaltos ni sorpresas y veía un lago de aguas totalmente oscuras, pues aquí, en el Infierno, no hay luz solar, o al menos no igual que en la Tierra. Hacía frío y él ya había llegado al suelo, ceniza más que arena. Observó el lago, estaba en una de sus orillas. Su cabello era largo, le llegaba pasados los hombros y era de un color negro, sus ojos azules lo veían todo y eran todo frío como lo era el acero. Su ropa era simple: unos tejanos rasgados, zapatillas de deporte negras y una camiseta negra que tenía bordada una palabra: jódete. Se arrodilló e introdujo una de sus manos en el agua y murmuró:
-Parshelass.
No pasó nada, esperó cinco minutos y algo provocaba un pequeño oleaje, entre las olas salió una mujer, no era humana pues su piel era de un color azul, mostraba una sonrisa misteriosa y dejaba ver unos colmillos finos y vestía una túnica de ningún color, solamente era tela que dejaba ver su cuerpo, como si estuviera desnuda delante de él.
La mujer caminaba por encima de la superfície líquida, sin hundirse, hasta que llegó cerca de él.
-Hacía mucho que no veías por mi averno, James -ronroneó ella.
-Déjate de estúpideces, engendro. He venido a por lo que es mío por derecho -dijo él, tajante y fríamente.
Ella lo miró con un disgusto evidente en su rostro y dibujando un tríangulo en el aire con una de sus manos murmuró:
-Whaursikus.
Y en sus manos apareció una espada. Ella era la Guardiana del Derecho, un raro rango para un demonio, pero existían y, pocos humanos como él sabían de su existencia. Y al fin, y al cabo, él no era un humano corriente.
La espada era demoníaca, incluso él notaba el poder que venía de ella, como electricidad estática en el aire. La empuñadura de la espada era negra y tenía bordado en el duro metal serpientes y la hoja de un color rojo brillante había runas que él había memorizado desde muy niño. Necesitaba el poder para poder vivir. Las runas de la espada decían: Sólo aquél que es un ser incompleto podría esgrimirme para defender lo que es suyo... El dicho no estaba entero, ésta era la hermana gemela de otra espada que él tenía que conseguir a toda costa. Necesitaba saber, necesitaba dejar de ser un ser incompleto y con ese poder lo lograría, si es que las leyendas demoníacas eran ciertas.

Con la mano derecha cogió la espada por la empuñadura y su poder le desbordó al principio. La empuñadura era como un imán, atraía a su mano, tanto que llegaba a sangrar, pero con los pocos segundos que pasaron, logró tomar el control. La manejó, haciendo movimientos arriba y abajo, sopesándola. Era una buena espada. Y con una media sonrisa en el rostro, atravesó a la Guardiana del Derecho con su nueva arma, y ella, con un grito de sorpresa dejó de existir. Su cadáver cayó sin vida, y su sangre demoníaca contaminó el agua.
-Perfecto -dijo él.

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