lunes, 5 de marzo de 2012

Serpiente

Si sientes lo que yo siento al mirar el firmamento nocturno, ésa elipse de un color blanco, en una oscuridad eterna dónde ella es el centro, sabrás perfectamente la calma que se siente: sueños desafiando a la oscuridad con una mínima luz de pureza.

Esto me trae tranquilidad, y a la vez, me da qué pensar y no para mal. Todo acaba y empieza, se desenvuelve en un camino que puede conducir a varios. Soy una conciencia más en un mundo oscuro, donde las luces que hay representan las almas que son las propias estrellas. Cada una sola a una distancia demasiado extendida y solitaria, sin apoyo ni manera de comunicarse unas de otras

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Situado en el mirador de una la Torre, mi cuerpo de serpiente alada observa la elipse blanca del firmamento, con la sangre y el veneno fluyendo por mi cuerpo largo y escamoso, entre mis anillos, con una tensión de excitación que nada podría igualar. Sería una gran noche, porque por fin, los míos volverían, aunque a la vez, no era como ellos. Yo estaba condenado a estar contaminado por un alma humana; dos almas fundidas en una, por tanto, yo era el único en mi especie, el único híbrido. Visto por todos como un monstruo necesario para cumplir los deseos de nuestra deidad.

El instinto nos exigía y pedía que lucháramos hasta la muerte o hasta acabar exterminando a nuestros enemigos raciales, nuestros iguales en una balanza de poderes; entre un combate eterno entre fuego y hielo, garras y veneno. Pero aún así había esperanza, por mucho que hubiera perdido la fe de encontrar a alguien como yo, el instinto por vivir en una vida sin luchas seguía en marcha, volando ansioso de aquél mirador e internándome en aquélla oscuridad, siendo como un rayo por mis escamas plateadas y después de todo, mi deseo no descansaba ni desaparecía y todo era glorioso en su quietud.

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