viernes, 13 de julio de 2012

¡Toca arrebato!

Muchos asuntos son como un castillo de cristal: un movimiento brusco o una fuerza incorrecta y se rompe en miles de pedazos. De niño me pasó muchas veces, y aún ahora, lo sigo haciendo. Pero ahora no me doy cuenta de lo que puedo llegar a romper.

Estuve en un castillo de roca fundida y fuego, rodeado por una masa de hielo como defensa. De esa clase de cosas me defendía de todo. Lo bueno, lo malo, lo necesario y lo innecesario.

Soy necesario, soy lo bueno que intento ser. Estuve encerrado bajo sietes llaves en mi propia prisión. Pues era un lugar cálido, tranquilo y solitario. Demasiado solitario y yo no admitía a nadie más que a mí mismo.

Podía pensar bien, de manera calmada y decirme cosas, que luego me negaba. Muchas veces he intentado engañarme a mí mismo. Y nunca ha funcionado.

Las cosas ocurren y fallan nada mas comenzar, otras siguen su curso a una meta o quedan estancadas en una calma que no avanzará jamás. Sinceramente, ya deseo olvidar lo que no pude llevar a cabo en un lejano pasado. Dejarlo muerto y enterrado, pero forma parte de mí.

En el fondo sigo siendo el mismo, pero de una manera más crecida, centrada pero tal vez, igual de estúpido y ciego. No lo escribo para reírme de mí mismo o para quejarme de cosas así, como suelo hacer.

Soy el mismo y ahora, en mi cuarto, hablando a través de una pantalla, leo lo que más desearía oír y lo que desearía experimentar. Otro riesgo que podría depararme una gran caída o lo mejor de un momento feliz, que para mí, sería una de las cosas más valiosas.

Estoy aquí, pareciendo ocupado cuando apenas lo estoy, sin distraerme de mi cometido.

-¿Te parece que estoy ocupado, Hauclir?-pregunta el señor.
-Desde luego, mi señor. Pero esto es algo que deberías ver...
-¿Puede esperar?-replica el señor, con otra pregunta y un tono acerado en su voz.
-Bueno, sí.


Algo arremete con el corazón donde señor y sirviente hacen su cometido para con los cimientos de mi ser, como un ariete que quisiera abrir las puertas de mi interior.


-¡Por la Madre Oscura! ¿Qué ha sido eso?-pregunta el señor, sorprendido de tales embestidas.
-Nada que no pueda esperar...-dice el sirviente, con una mirada sardónica.

Las cosas se esperan con anhelo y esperanza. Se pueden quedar en un cofre, como un tesoro que no quieres que nadie descubra hasta que sea el momento apropiado. Si ha de haber un momento, llegará cuando gane lo que tenga que ganar. Arriesgaré los cimientos de la torre de mi corazón para entregarla en manos no desconocidas.

Arremete, porque yo arremeteré.

1 comentario:

  1. Pues ya es hora de que me dejes pasar a tu indestructible castillo y me invites a merendar ¿No?
    Y deja de rallarte tanto con toda esa bola de cosas. Ordena eso, y luego ya lo hablamos.
    Te quiero <3

    ResponderEliminar