miércoles, 3 de junio de 2009

Soledad de un vampiro



Dicen que la vida es lo mejor que se tiene y luego se dice a donde se va si al paraíso o al infierno. No creo que los que son como yo vayamos a algún sitio de esos. Porque yo soy un vampiro, un monstruo. Yo solo mato lo suficiente para sobrevivir día a día pero cada día la sed se me hace insoportable. Los de mi raza estamos metidos en una guerra donde se enfrentan 3 razas: la mía, los humanos y los licántropos. Los humanos no tienen suficientes fuerzas porque son pocos y se llaman a sí mismos Cazadores, los nuestros son muchos más pero igual de pocos que los licántropos. A nosotros no nos afecta la luz del sol como en las películas pero nos debilita y hasta a veces nos ciega.
Estaba en el salón viendo la televisión aquella caja donde la gente se tira casi todas las horas del día. Ya se acercaba la noche y la sed era insoportable y notar la sangre en la garganta: cálida y fresca me volvían loco hasta hacer que matara a mi víctima. Pero estoy arto, solo estoy conmigo mismo, mis pensamientos y mi soledad. No hacían nada interesante en la televisión, anuncios de máquinas de gimnasio. Salí de casa, me quedé un rato en el portal viendo las estrellas.
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La gente iba en grupos grandes, era sábado, cuando los jóvenes humanos iban de fiesta. Era el mejor día para ir de caza. En un callejón me encontré a una joven de apenas 16 años rodeada de un grupo de subnormales. Me acerque a ellos y empujé al primero contra la pared, se llevó tal golpe que se quedó inconsciente. Uno de los otros dos llevaba un bate de beisbol, me golpeó y el bate se rompió y le di un puñetazo rompiéndole la nariz. Aquellos dos huyeron dejando solo a su compañero caído. Me acerque a la chica lentamente pero demasiado cerca para su gusto creo.
-¿Tienes miedo?
-Sí- dijo ella.
-¿Quién eres?- me preguntó.
-Me llaman Virgilio.
Y me lancé sobre ella, sujetándola y acercando mi boca a su garganta, hasta hundir mis colmillos en su carne. Pasado un rato murió, pero yo solo quería convertirla en uno de los míos. Pero no tenía el suficiente autocontrol desde luego.
Me fui de allí corriendo a una velocidad de vértigo, una de las ventajas de ser así.
Ya estaba a punto de salir el sol y sentí un olor dulzón a mi espalda, me dí la vuelta y vi a una mujer de 22 años pero que en verdad tenía quinientos años, una vampira antigua.
-Hola Virgilio
No salude, solo asentí con la cabeza. Siempre me la encontraba aquella anciana, se puede decir que es amiga mía después de todo.
-¿De cuántos humanos te has alimentado hoy Virgilio?
-Una joven, ya sabes la respuesta anciana y eso me basta para satisfacer mi sed.
-Oh no, para satisfacerla no, solo para aumentarla. Es cierto puedes durar un poco con una víctima pero una vez que ya has probado la sangre quieres cada vez más.
-No quiero satisfacer mi sed por mucho que lo desee, solo mataré lo necesario anciana, nada más.
-Y también quieres a alguien con quien compartir tu soledad pero no consigues convertir a ninguna des tus víctimas. Eres demasiado joven Virgilio.- Esa frase dejó escapar una gran carcajada.
A veces tenía razón y me lo restregaba por la cara, pero me daba igual, ella era una de los pocos que eran amigos míos. Me fui despidiéndome alzando la mano. Tal vez era demasiado joven pero había oído de vampiros jóvenes y viejos que habían convertido a muchos humanos de los nuestros.
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Entonces pensé algo que nunca se me ocurrió, si un mortal bebía mi sangre se llevaría a cabo la transformación. Nos atrae toda la sangre, hasta la nuestra, pero no tanto como la sangre humana. Podría probarlo pero era muy arriesgado porque la persona podría morir. Y ya ha habido demasiadas muertes a lo largo de estos 50 años. Y aunque no dormíamos si llegara a hacerlo no encontraría reposo, la soledad se me hace muy pesada.
Me encontraba delante de mi portal, abrí la puerta, subí las escaleras de caracol hasta encontrarme delante de la puerta de mi casa y volví a abrir la puerta. Y me quedé allí de pie, recordando el pasado.
A mí me convirtió una anciana y digo anciana refiriéndome una vampira con mucha edad, se llamaba Jilian y era una de las vampiresas más importantes de mí comunidad siempre sedienta de tener más poder. Empecé a servirla durante la mayor parte de mi vida vampírica, durante 45 años, es poca vida para un vampiro pero a mí me convirtió a los 18 años y era demasiado joven para eso. Siempre me mandaba a asesinar a otros de nuestra raza que le estorbaban o que le disputaban el poder o el simple hecho de divertirla yendo de caza con ella o ir a la lucha contra los licántropos. Alguna vez hubiera querido que me mataran pero siempre salía de una pieza. No sé si por talento o por suerte, pero eso no importa. Es el pasado y ahora lo que cuenta es que voy de por libre y quiero tener a alguien al lado desde que empecé esta vida. Alguien que comparta mis ideas o creencias.
Puedo ser un vampiro extraño pero me da igual, yo no pedí esta vida. Fui al dormitorio y me tumbé en la cama, no dormiría pero si dejaría pasar las horas. Pero al poco rato ya volví a sentir la sed.
Picaron a la puerta, me levanté para abrir, me acerque a la puerta y abrí. Era la cartera vestida de amarillo, era joven. Llegó en el mejor momento, la cogí del brazo y tiré de ella hacia dentro de la casa. Gritó pero le tapé la boca, la tenía bien sujeta y le mordí el brazo. Al probar su sangre me volvió el frenesí de la locura, la maté al poco rato. Otra cara que recordar en mí memoria..
Abrí la puerta y tiré el cadáver al pasillo, nadie se daría cuenta de que había sido yo. Cuando estaba horas sin beber la sed era insoportable ya lo he dicho pero también se siente un gran dolor en la mandíbula y la garganta.
Muchas veces busqué la muerte pero salía airoso, indemne y libre para seguir con el reinado de caos que sembrábamos. Seguiré con mi historia. Luego de la muerte de Jilian vagué de cuidad a cuidad como un nómada hasta que encontré a un grupo de vampiresas fuera de lo habitual, se llamaban: Katherine, Victoria y la última Sophie pero también estaba Alazar la pareja de Sophie. Las tres tenían el pelo negro y vestían de este mismo color y al igual que Alazar salvo que él era rubio y alto.
Formábamos un buen grupo aunque la que me cayó realmente bien fue Victoria, creo que fue la primera que me importo de verdad. Cada día recuerdo su sonrisa, sus gestos y las cosas que me decía. La mayoría indecentes, sonreí ante aquel recuerdo.
Siempre nos veíamos las caras con alguna otra banda de vampiros o incluso de humanos.
Yo solía perseguir las presas para que fueran hasta ellos tres. Los humanos son demasiado lentos pero yo y Alazar los acechábamos sin parar. La caza más excitante fue en Inglaterra en un pequeño pueblo llamado Carlisle al lado de York.
Era una noche sin Luna, llovía, los humanos eran siete, todos jóvenes. Cuatro chicos y tres chicas. Las calles eran estrechas, todas vacías de alma alguna. Iban corriendo y yo y Alazar detrás de ellos, Alazar alcanzó al primero de ellos y ya se estaba alimentando de él. Yo seguí persiguiéndolos todo recto hasta que giraron por una calle hacia la derecha, hasta meterse en un callejón sin salida.
Ellas estaba de pie en cima de unas escaleras de emergencia de un edificio del callejón, saltaron por encima de los humanos dejándolos sin salida y yo llegué hasta ellas. Había un olor raro, olor de acero. Tres de los humanos sacaron tres espadas.
-Cazadores- dijo Victoria.
- Esto será interesante, pero no dejan de ser simples humanos-dije.
Los humanos se abalanzaron sobre nosotros, pero en vano porque el primero cayó con el cuello roto en las manos de Victoria. Solo quedaban 2 armados 3 sin protección. El segundo cazador se puso frente a mí me intentó golpear con la empuñadura de la espada pero fui mucho más rápido que él y me coloqué detrás suyo cogiéndole por la nuca y dándole un zarpazo por toda la espalda. De mientras Sophie se lanzó sobre uno de los desprotegidos, todos gritaron pero nadie podría ayudarles. Yo seguía divirtiéndome con aquel cazador, desgarrándolo con mis zarpas, no paraba de gritar era demasiado lento. Ahora llegó Alazar y se llevó por delante al último cazador. Él cazador que quedaba fue mi víctima, los otros fueron víctimas de Khaterine que no había intervenido en la lucha y de Victoria.
-¿Por qué no has hecho nada?- le pregunté a Katherine
-Recuerda que yo soy la líder de este aquelarre.
-Los líderes deben participar también ¿o si no que harás cuándo luchemos contra los licántropos?-dijo Victoria
-Pero no eran licántropos.
-Cobarde.- la insulté.
Se acercó a mí y me abofeteó, gruñí. Y se alejó de nosotros internándose en la calle principal.
-¿Estás bien?-me preguntó Victoria.
-Sí, pero no creo que me pueda quedar mucho en este aquelarre.
Sophie y Alazar fueron con Katherine. No es que estuvieran de acuerdo con ella pero era su líder al fin y al cabo. Al parecer no le gustó nada esa respuesta a Victoria, creo que se enfadó conmigo. Pero se acercó a mí y me besó y se alejó.
Nunca había hecho eso y me sorprendió, pero fue una de las mejores cosas que me pasó en mi vida. Creo que ella me entendía perfectamente pero para ella no tenía ese problema porque muchas veces mataba más de lo necesario pero no delante de mí.
Pero un año después yo abandoné el grupo, no aguantaba a Katherine ni su liderazgo pero fue doloroso abandonar a Victoria. Podría a ver venido conmigo pero no se lo pedí.
Yo vivía en un pequeño apartamento pero tenía suficiente dinero como para comprarme un castillo si me apetecía.
Cogí mis llaves, mi cartera y me dirigí hacia el norte, hacía la población de Carlisle, dónde tengo aquel recuerdo de Victoria.
Iba recorriendo los pequeños pueblos y alimentándome solo lo necesario, llegué pasados tres días, al norte del pueblo había una casa Victoriana de color blanco que se alquilaba, la compré y me quedé allí. Me alimentaban en pueblos más alejados porque pasaba de llamar la atención.Me encontraba en un bar, sentado en una mesa y noté una olor familiar, me recordaba a Victoria…

2 comentarios:

  1. JODER Y QUÉ TESTAMENTO!
    Y lo más impresionante es que me lo he leído todo...
    Y NO NO QUIERO NINGUNA BICHARRACA DE ESAS ESTÚPIDAS, DÉJALO YA ¬¬.
    -^-

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  2. Gracias por tu visita.
    Un saludo.

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