miércoles, 20 de enero de 2010

Despertar en la nieve...

El lobo aúlla en la oscura noche.
Hace frío, y la nieve cubre todo el suelo, los árboles apenas tienen hojas. La escarcha lo cubre todo.
Él está tumbado en la nieve, sin ropa, con los ojos cerrados, como si estuviera en un gran letargo. Su piel era pálida, su cabello rubio y un poco rizado, las venas se le notaban como hilos morados en todo el cuerpo.
Sigue sumido en el letargo, en el sueño.
Sueña que está de pie en una aldea, con niños rubios corriendo alrededor de las casas de madera y paja, por las calles de barro y estiércol. Él va corriendo para reunirse con alguien que no recuerda, un vano recuerdo sin rostro, abraza a ése alguien y lo alza del suelo.
Pronto, abre los ojos de color verde, con un tono rojizo. No nota el frío, ya no está vivo. El sueño sólo ha sido una amarga ilusión del pasado. Un pasado al que le gustaría volver...
El estómago y la garganta le pedían algo, ya sabía el qué, e incluso notaba el olor a... sangre... de animales... y humanos... a lo lejos.
Las venas se le notaban cada vez más, sobre todo por el cuello y el rostro, los colmillos le habían crecido desmesuradamente, los ojos habían adquirido más el tono rojizo que su color natural, el verde.
Aun que a una persona normal, el frío la congelaría, él no era normal, ni si quiera estaba vivo, o sí... de alguna manera.
Estaba tan sediento...
Se puso a correr ágilmente entre los árboles. En pocas horas, llegó a las afueras de una aldea, que no era la de su sueño, y no recuerda dónde estaba aquella aldea...
Observando entre los árboles, vio como los aldeanos iban disfrazados con máscaras, bailando alrededor de fogatas, pero bastante abrigados...
Desde su nueva posición, detrás de un árbol, oía el los latidos de cada corazón, del recorrido de la sangre por las venas...
Se relamía los labios secos y cortados, imaginándose los cuerpos de cada muchacho y cada mujer...
Se internó de nuevo en el bosque, en busca de una nueva posición desde la que atacar...

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