sábado, 30 de enero de 2010

Huida, resignación

Después del tierno beso, la muchacha de cabellos de plata se fue corriendo hacia su pueblo, se fue corriendo entre los árboles, cayéndose, haciendose cortes con el suelo, mezclando la tierra con la sangre.
Por su parte, el drow, se encogió de hombros y sonrió. Le sorprendió lo que hizo, pero de alguna manera, sabía que la muchacha reaccionaría así. Es mas, el pertenecía a una de las razas más malvadas y crueles de todo el planeta. ¿Cómo no esperar una reacción así? ¿Quién le aceptaría en un mundo lleno de prejuicios raciales? Aunque los elfos oscuros eran malvados, existía una colonia donde había elfos oscuros exiliados de sus ciudades subterráneas. Sabía de su existencia, pero no la ubicación. Las madres matronas recordaban a cada príncipe paje, a cada soldado y sacerdotisa que quien rompía las reglas o desobedecía una orden directa, serían: torturados de las peores maneras, exiliados o convertidos en draña, un ser con el torso de un elfo oscuro y el resto del cuerpo con forma de araña...
Tuvo suerte de escapar antes de que... le hubieran hecho eso.
Siguió oculto en el bosque, cazando animales para sobrevivir. Para cazar utilizaba una pequeña ballesta de mano, típica de los drows. Temía hacer un fuego por si alguien le descubría y le daban caza, pero así sería, dada su condición de elfo oscuro.

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