domingo, 10 de enero de 2010

Salida de la cueva

Era alto, el pelo largo le pasaba los hombros, de color negro y ojos grises. Su camisa era de negra seda y los pantalones de cuero oscuro, pero estaban hechos jirones. Y estaba lleno de polvo, todo su cuerpo.
Empezó a agitarse por la cripta, moviéndose con gran velocidad, y quitándose el polvo del cuerpo. Observó con disgusto su ropa, que antes era una de las grandes envidias de la gente.
Empezó a cantar aquélla canción de nuevo, y ahora buscaba algo, pero no sabía el qué. Hasta que se dio cuenta de lo que le faltaba.
-¡Malditos sean! -gritó, con rabia-: ¡Me mantienen encerrado durante siglos y encima no encuentro a Bones!
Pero... no se le ocurrió mirar en su propia tumba. Pensó en esto. Se acercó, se asomó y busco entre el polvo que había; sopló y todo el polvo se le vino a la cara. Tosió y tosió; hasta que se dominó así mismo, entró de nuevo en la tumba, buscando un bulto.
Lo encontró al poco rato. El bulto no era más que una pequeña daga, con una hoja blanca de plata y la empuñadura de color negro, tenía dibujos de gárgolas y pequeños dragones.
Sonrió.
-¡Ah, por fin te tengo! -exclamó.
Ya era hora de salir de allí. Sólo le faltaba hacer una última cosa. Caminó por el pasillo que salía de su cripta, para ir al otro pasillo que llevaba a la cripta de al lado. Tenía que ver si ella había despertado...
Fue tarareando la canción que tanto le gustaba, hasta que llegó a la cripta. Ésta era más antigua, había alguna que otra rata, alguna serpiente y sobre todo mucho más polvo. ¡Cómo odiaba el polvo!
No se fijó en la tumba. Y, cuando lo hizo se quedó petrificado. Ella no había despertado..., si su tumba seguía sellada...
Le dieron ganas de llorar, pero no lo hizo, sólo gritó y recordó. Él acariciando el cabello de ella, los dos tumbados en un prado... ¡Todo recuerdo del pasado era doloroso!
-Vampyr -dijo, con odio-: Me las pagaréis. Ojo por ojo...
Sus enemigos a lo mejor sabrían que había despertado, o tal vez no. Eso solamente lo sabría dirgiéndose al primer pueblo y encontrase a uno de ellos. Él y ella tenía un parentesco con los vampyr, pero no eran iguales.
Salió corriendo de allí. Él no podía hacer nada por... Kalia. Seguiría durmiendo hasta que su sello se rompiera o alguien lo rompiera. Y eso era difícil.
Por el camino recordó una canción que decía:

Si el insecto abandona su piel, puedes observar en el
suave vuelo, un nuevo atardecer,
del letargo... un nuevo ser.

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